26. Calentamiento real
Me atrevo a poner en conocimiento de Vuestra Majestad que los calores en la recién anexionada Nueva Canabria, están causando más bajas que la propia liberación del yugo que sometía a sus habitantes antes de nuestra llegada. O se han perdido las cosechas o los frutos maduran sin ser recolectados. Las gentes se encierran en sus casas para huir de la canícula. Los ríos, otrora frescos, cristalinos, arrastran cadáveres de animales y en la zona Este se ha desatado la peste verde. Tamaño es el bochorno que asola estas tierras que apenas llegan mercancías, estando las que arriban deterioradas o menguadas en su uso. Las embarazas paren a deshora, los relojes se descompasan y las campanas de las iglesias han enmudecido. En las mazmorras del Castillo Central penaba un visionario vecino del lugar, acusado de conjurar con un maleficio todos estos calores para que Vuestra Alteza, reniegue de estas tierras, abandonándolas por tórridas y yermas. El acusado lo negaba, gritando desesperado que Nueva Canabria es el futuro de Vuestro Reino. Ayer fue ajusticiado al alba. El verdugo nos ha transcrito su último deseo. Quizás, en Su magna sabiduría, Vuestra Majestad comprenda su significado. Reza así: «¡Regulen los termostatos!».
El final es la caña. Apoteósico. jajaja
Me encantó el relato completo.
Saludos.