51. Canción de cuna para un niño enterrado en la fosa de Tuam
Mi madre arrulla un dolor prohibido que se enfría entre sus brazos y, aunque resiste y batalla, se ahoga con la brisa bruna que se cuela por las rendijas del hogar de las mujeres caídas. Mi madre es una mujer que es casi una niña. Y huele a leche. Ácida. Y también a espuma de jabón.
Mi madre, lavandera sin redención, antes de encerrarse en la niebla del silencio obligado se permite susurrarme una nana. Y su ea, ea es un rumor triste, una despedida que curva sus hombros desamparados: Ella me quiere dormir, pero las hormigas me esperan para jugar. Y mientras me envuelve en la sábana liviana y me acuesta sobre una cuna de tierra, la sister ,con su mirada reseca y su boca agria, le recuerda que es mala porque hizo el amor bajo la luna de Irlanda. ¡Y decían que san Patricio había expulsado a las serpientes!
Humíllese, sister. Arrodíllese. Pronto el suelo se abrirá bajo sus pies y brotarán entre las grietas mis huesecillos blancos. Ellos narrarán al mundo la negra historia que se oculta tras estos muros. A la espera, cientos de sombras inocentes poblarán de insomnio todas sus noches con su ea, ea…

