82. Cautiva
Los mechones de pelo se acomodaban en la sangre todavía pegajosa del último escarmiento antes de la huida.
En la plaza, ensordecedora de venganza, las tijeras herrumbrosas hacían su faena. Los gritos de dolor y humillación escapaban de todas las gargantas menos de una. Colette podía estar sin estar.
Cuando la resistencia entró en el pueblo, no solo fue liberada sino respetada. Había sido la favorita del coronel para convivir con el enemigo. Fue la espía perfecta, esa mujer que solo parece servir para adorar al hombre.
Cuando por fin se reencontró con Gérard, se dieron el abrazo del cangrejo; todavía era pronto siendo tarde.
Con el tiempo las cosas se fueron puliendo. Si él preguntaba de más, ella mentía lo adecuado.
Tenía el alma trastocada todavía y así el teatro en la cama se le venía como obligatorio. Ese que también fue necesario con el nazi al principio. Sí, al principio.
Los espías son personas con un pie entre dos mundos, al filo de una frontera, o de una navaja. Quien ha probado los dos lados puede comparar. El tiempo le dará la razón de cuáles son sus verdaderas preferencias.
Una historia muy bien ambientada en el colaboracionismo francés con el ocupante nazi, con fingimientos por ambos lados y un historia de amor y pasión verdadera, al margen de los bandos.
Un abrazo y suerte, Javier
Gracias, Ángel. No se bien si he transmitido la esencia de esa cautividad que a veces no esperamos ni imaginamos. Me impactó la pelicula «Portero de noche».
Bien Javier por esa espía que finge en todos los terrenos, presa ya de su forma de vida. Suerte