37. Cegada de amor
Fuimos unas gemelas enamoradas de dos hermanos, también gemelos. Pasábamos el tiempo observándolos y apreciando su extraordinaria belleza.
Un fatídico día nuestro dueño tropezó, resbalamos de su nariz y caímos. No solo perdimos de vista a nuestros amados, sino que la suerte quiso que mi querida hermana se rompiera en mil pedazos. Sin tiempo para llorarla, nos llevaron a un taller reemplazándola por esta intrusa que ahora tengo de compañera, y encima ha resultado ser una verdadera siesa.
De vuelta junto a mis idolatrados, la amargada empezó a criticarlos sin piedad: «que si el color era desvaído y sin gracia», «que las pestañas resultaban escasas», «que siempre tenían ojeras profundas». De tantas cosas como dijo acabé viendo lo mismo que ella, y llegué a sentir tal bochorno que me empañaba toda, resultando un inconveniente para nuestro portador, así que finalmente nos abandonó en un cajón.
No esperaba este destino, aunque bien mirado me ayudará a descansar de la vista.
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A veces hace falta una segunda opinión para darnos cuenta de que no es oro todo lo que reluce. Pasamos por diferentes etapas, por inevitables crisis de las que aprendemos. Lo importante es que tu protagonista logra, finalmente, alcanzar un estado de plenitud.
Un relato narrado desde un punto de vista original, se mire con los ojos que se mire.
Un abrazo y suerte, Rosa.
Adiós a la presbicia, magnífica la personificación de esas gafas, está genial, Rosa. Como se dice: todo es según del color del cristal con que se mire.
Abrazo
Muy original, Rosa. Me ha gustado mucho ese cambio de «visión» de la prota cuando reemplazan a su gemela. Lo que hace la persuasión.
Un abrazo
Rosa, qué original. Y también muy simbólico: somos, como tus gafas, seres influenciables y moldeables, por lo que las opiniones de quienes nos rodean modifican a la nuestra.
Lo dicho, muy bueno.
Un abrazo y suerte.
Gracias por vuestros comentarios, como siempre conseguís enriquecer mi punto de vista sobre lo que pretendo trasmitir, y no es que sea muy influenciable, es que muchos ojos ven más que dos.
Un abrazo a todos.
Muy interesante como eres capaz de contar una historia personificando un objeto. Convivir a diario con alguien muy parecido a uno mismo puede llevarnos a perder perspectiva y capacidad de ver las cosas como realmente son. El recurso del “empañado” que lleva al desenlace me ha parecido original. Enhorabuena, Rosa.
Un abrazo y suerte.
Gracias Josep, me resulta más fácil hacer hablar a los objetos que a las personas. Quizá la falta de trascendencia suelte más mi imaginación, no se.
Gracias por tu comentario.
Genuina la idea de ponerle vida a un par de gafas, y hacerlo tan bien, me parece toda una proeza.
Mucha suerte; Rosa!
Un abrazo.
Gracias Rosy, la imaginación es poderosa, sobre todo si nos dejamos llevar por ella.
Un saludo.