31. CHIN-CHIN – (Rufino)
Lo medité mucho antes de dar el paso. Tenía claro que era mi última oportunidad, pero una vez que lo decidí, el día se convirtió en el más feliz de mi vida. Relájate y disfruta, me dije. Llevas mucho tiempo añorando este momento. Saboréalo.
Los accionistas de la empresa iban a nombrar al nuevo Director General y tan solo barajaban dos nombres, el mío y el de Francisco. El tipo me caía bien y he de reconocer que sentía la empresa como si fuera suya. Días antes de que se hiciera público el nombramiento le invité a comer en un restaurante de confianza. Semanas atrás me había hecho muy amigo de la joven camarera a quien convertí en mi cómplice. Le pagué una pequeña fortuna para que vertiese en el chupito de Francisco un veneno de acción lenta prácticamente imposible de detectar.
Brindamos y ambos apuramos la copa. Saboréalo, me dijo con un brillo en los ojos. Cuando la joven camarera trajo la cuenta y me comentó sonriendo: “Así que trabajas con mi padre”, tuve muy claro quién sería el próximo Director General.
Un relato con dos párrafos, el inicial y el último, de longitud paralela, que también tienen en común la invitación a saborear un licor, algo mucho menos inocente de lo que pudiera parecer tomar una simple copa. En un caso y en el otro, hay objetivos oscuros, dentro de una trama en la que el fin justifica los medios y todo vale.
Llevaba tiempo sin leerte.
Un abrazo, Rufino. Suerte
Gracias Angel, ya veo que sigues infatigable al pie del cañón comentando. Razón tienes, hace tiempo que no escribía por aquí, pero me llegó el correo del Boss animándome a participar en el décimo aniversario y pensé ‘voy a ir desengrasando la maquinaria escribiendo un relato’. A veces uno deja de hacer cosas y no sabe por qué. Aquí me siento como en casa. Un fuerte abrazo.
Saborearlo: eso he hecho con tu relato. No siempre los objetivos se consiguen, por muy felices que seamos al planearlos. Y si no, que le pregunten a la lechera. Un giro genético del destino. En según que familias, la camarera no habría dudado en cambiar el veneno de lado para conseguir otra felicidad. Suerte y abrazos, Rufino.
Brindo por este micro, chin-chin Rufino. Saludos