90. Cicatrices
Con las bolsas de la compra, Claudia sube al autobús de vuelta a casa. A esa hora del día el cielo arde entre las lindes del ocaso y el sol se desvanece cansado, al igual que sus párpados.
Siempre ha vivido en el mismo sitio, rodeada de la misma gente sin más destino que la ventana por la que pueden mirar su reflejo. Pero en el fondo, Claudia, siempre ha tenido la necesidad de sentir de forma diferente, de crear un lugar más allá de las paredes que contienen su mundo.
Abre la puerta y entra en casa. El olor a tabaco y prepotencia le hace un nudo en la garganta y le provoca unas ganas inmensas de vomitar. Deja las bolsas sobre la encimera y prepara algo de cena caliente. Claudia vive con sus cuatro hermanos y una madre que ha olvidado la vida entre el humo y la desidia.
Una vez quiso aprender a volar, pero el tiempo ha ocultado su juventud entre los pliegues de su piel. Solo por las noches, cuando todo está en silencio sigue soñando, viajando entre las páginas, donde las palabras caen dejando una marca indeleble en el lugar en el que estallan.
Me ha gustado mucho el final Yara Enhorabuena y suerte
Ya me gustaba, pero la última frase me ha rematado. Mucha suerte 🙂
Me ha gustado mucho toda la narración, como describes las emociones de esa mujer a partir de los hecho cotidianos de su vida (las bolsas de la compra, la cena caliente…). Pero lo que más me gusta es la frase final: «viajando entre las páginas, donde las palabras caen dejando una marca indeleble en el lugar en el que estallan», me ha parecido una imagen preciosa de la palabra impresa.
Suerte y saludos,
Precioso relato lleno de amArgura, frustración, dolor y…evasión.
La literatura como válvula de escape, como asidero al que aferrarse cuanto todo es ruina frente a ti.
Muy, muy bueno, Yara.
Un beso.
Desde el principio hasta el final me ha gustado mucho. Espero leer más relatos tuyos. Gracias. Saludos.
M.
Que relato tan bonito y bien escrito.
Felicidades.