Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

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122. CLAVELES

Papá nos visitaba con frecuencia a la hora de comer. Se sentaba con nosotros y nos contemplaba con su semblante serio y circunspecto. El día que descubrió que mamá tenía novio se sumió en la tristeza. Él siempre se había sentido orgulloso del epitafio que, tras su temprana muerte, mamá encargó cincelar sobre su tumba: «Nadie podrá ocupar nunca el vacío que nos dejas». Por esta razón no alcanzaba a comprender que, al final, alguien hubiera ocupado ese vacío. Poco tiempo después del disgusto dejó de visitarnos y no volvimos a verlo.

Desde entonces su tumba parece abandonada. Las palabras allí escritas se desvanecen y las flores se marchitan. En cambio la de al lado parece una fiesta. Hay candelas de colores permanentemente encendidas y claveles que asoman y se multiplican por doquier. Allí está enterrada Flora, la soltera más rumbosa del barrio, la que, cuando se cruzaban, le guiñaba el ojo a papá. Él siempre tuvo debilidad por los claveles… y por Flora. Por eso sé que papá, tras su última visita, regresó al cementerio tan absorto en su tristeza que se equivocó de tumba y que desde entoces sus días transcurren felices en compañía de su salerosa vecina.

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