76. Colegas
Hacía tiempo que F. no volvía al barrio y ¡qué casualidad! Desde lejos reconoce la zancada flexible, el aire levemente despistado que le eran tan familiares. Al acercarse advierte el traje oscuro, la corbata, el pelo engominado y cree adivinar la pulserita con los colores de la bandera patria asomando al borde de la manga. Cuando se cruzan, apresura el paso desviando la mirada hacia la izquierda.
Tras años sin aparecer por el barrio, ¡quién lo iba a imaginar! Desde lejos, J. contempla los andares patosos, aquella sonrisa enigmática y socarrona que tanto le divertía. Al acercarse observa el pelo largo y descuidado, la camiseta deshilachada donde rotundas letras dibujan sobre el pecho un mensaje que no alcanza a leer, pero que intuye. Al cruzarse, acelera el paso desviando la mirada a la derecha.
Mientras se desencuentran, algo cambia en la foto que, en el local de la Asociación de Vecinos, recuerda la victoria del equipo del barrio en la liguilla del 97. Dos muchachos cogidos de los hombros —gesto confiado, miradas anhelantes de futuro—, dejan de posar felices junto al equipo y se arrancan sendos lagrimones de un manotazo.
Los hombres, bien se sabe, no lloran.


Ay, esos hombres, tan artificialmente olvidadizos como orgullosos a la hora de nostrar sus sentimientos, con un pavor irracional a romper las formas con las que a sí mismos se han forjado, a ser sinceros y coherentes.
Dos personajes muy distintos, llenos de detallados contrastes y estereotipos, que sin embargo, comparten más de lo que quieren admitir, tanto cuando eran amigos fraternos, como cuando se empeñan en no reconocer su pasado, en ocultar su verdadero sentir tras sus personajes.
Un abrazo y suerte, Elisa
Ángel, siempre certero en tus interpretaciones y análisis. Muchísimas gracias y un abrazo.
¡Cuánto daño pueden hacer el tiempo y la distancia! Qué peligrosas son las fobias aprendidas, que no sentidas. Qué bien contado y qué estupendamente rematado.
Muchas gracias, Edita, por tu generoso comentario. Y por señalar el remate.
Jo, Elisa, qué emotivo y qué bien narrado. Y muy buena ese: «Mientras se desencuentran».
Una lástima perder esa amistad.
Un abrazo y suerte.
Gracias, Rosalía, me agrada especialmente que lo encuentres emotivo. La emoción es lo más importante para mí en la literatura. Un abrazo.
Muy bien narrado esa mal de estos tiempos, bastante más real de lo deseable. ¡Suerte!
Muchas gracias, Sergio. Demasiada fobia hoy día a quien piensa diferente. Una pena.
Muchas gracias por tu comentario.
Entiendo que la fobia que aqueja a cada uno es la diferente trayectoria de vida que han llevado.
Al margen de la fobia este relato lo que si describe con un manejo literario, que a mí me parece elegante y con maestría, es como algunas amistades no soportan el paso del tiempo y también, quizás, las aficiones y los ideales.
Un relato estupendo Elisa.
Un saludo
Muchísimas gracias, Gema. Yo aquí veo la fobia de otra forma, como un mal que está bastante extendido hoy día, pero todas las lecturas son bienvenidas. Un abrazo.