102. Como una más
El escaparate está lleno de muñecas de colección. Un sinfín de muñecas de todas las formas, tamaños y épocas que cuido con mimo y colmo de atenciones. Arreglo sus vestiditos de seda, retoco sus peinados y las ubico de forma que, dentro de la multitud, cada una parezca distinta, especial.
Veo aparecer a la niña casi a diario. Siempre sola y vistiendo un abrigo raído. Se le van las horas contemplando las muñecas, con la mirada de quien ha descubierto un coro de ángeles que habitan un paraíso inaccesible para los que no son de su condición. A mí me da cada vez más lástima ver sus ojos aferrados a lo que unos días me parece una esperanza y otros una quimera. Algo me dice que no es con tener una muñeca con lo que sueña, que lo que realmente anhela es ser una de ellas.
Precioso y duro a la vez. No te lo podrás creer, pero cuando lo he leído he pensado: “me suena a la forma de escribir de Lluís”. No me ha sorprendido acertar, tienes un estilazo.
Un beso.
Vaya, Asun, qué pasada que me hayas reconocido y menudo halago. Me has alegrado la semana. Besos.
A mí me ha pasado como a ti Asun, he pensado lo mismo. Lluís, ¿puede ser que el final sea más tétrico de lo que a simple vista puede parecer? ¿O es que yo siempre me voy a lo negro? Pero me ha parecido que ahí detrás hay una obsesión vestida de alma caritativa que convierte a las niñas en las muñecas que ellas desean… aings… a ver si soy yo que he visto lo que no hay. En todo caso, buen relato. Te deseo mucha suerte. Abrazos.
Pues si a Asun le decía que era una pasada que me reconociera, que pase dos veces seguidas ya ni te digo. Será la voz esa del escritor de la que hablan.
Lo bonito de los micros es cuando admiten varias interpretaciones aunque no sea lo que el autor pretendía. Pero por no dejarte en ascuas, mi intención no era hacer un relato negro. El primer párrafo era para mostrar que el narrador cuida a las muñecas con tanto cariño como si fueran sus propias hijas. Luego en el segundo quería sugerir que la niña recibe tan poco que preferiría ser una de esas muñecas.
Muy triste tiene que ser la vida de esta pequeña, cuando añora lo contrario a lo que se supone debe hacer una niña de su edad: saltar, salir, jugar y sentir; todo ello, paralelo al dinamismo, quisiera sustituirlo por la inmovilidad más absoluta, por la falta de vida, o lo que es lo mismo, por la muerte.
Las muñecas de porcelana combinan la belleza con algo tétrico. Algo similar sucede en este relato breve, pero intenso, que no deriva en lo que podría parecer que iba a ser su desarrollo: una niña de familia muy humilde desea un juguete que no puede tener. Tú vas más allá, su sufrimiento no es solo material, pues lo que pretende es no seguir adelante de ninguna de las maneras, enfrentarse a una realidad que ha de ser más dura aún que la de tener pocos posibles.
Un abrazo y suerte, Lluís
A tu comentario Ángel solo añadiría que esa inmovilidad a la que aludes, para ella no es un precio tan elevado, pues el narrador cuida a las muñecas más de lo que cuidan a la pequeña. Gracias por la lectura, un abrazo de vuelta.
El relato, Lluis, te ha quedado redondo pero conforme lo iba leyendo parecía entrever una sombra al acecho y a punto de saltar sobre él para darle un giro al negro. Las muñecas y los payasos a veces ocultan bajo su inocente apariencia un oscuro misterio al que en este caso no has necesitado recurrir. Mucha suerte, Lluis.
Gracias, Alberto. Sí, es cierto, en nuestro imaginario las muñecas algunas veces despiertan esa sensación inquietante, aunque yo no pretendía ir por ese camino. Un abrazo y mucha suerte también para ti.
A veces se anhela ser otra cosa, y tú has desarrollado una historia que invita a ser parte de ella. Mucha suerte, Lluís.