47. CONTRA RELOJ (Nieves Torres)
Salió a la calle y le cegó la luz. Sus ojos tardaron aún unos segundos en acostumbrarse a la claridad del día y poder escudriñar el reloj: las siete y media. Caminó lo más rápido que le permitían los tacones. Tras la primera esquina, sacó unas deportivas de la mochila que liberaron sus dedos mortificados. El amanecer había convertido el cielo en un espectáculo de tonos rojos y anaranjados y soplaba una brisa fresca. Se cubrió los hombros y el generoso escote con una sudadera de punto y consultó de nuevo el reloj. Apuró el paso para llegar antes de las ocho y apagar el despertador, así ella podría dormir una hora más.
Ya en casa, aún tuvo tiempo para lavarse la cara retirando hasta el último rastro de maquillaje, despertar a los niños, tomar un café con ellos mientras desayunaban y dejarlos a la puerta del colegio, a las nueve menos cinco, como el padre responsable que era.
Nada es lo que parece. Las apariencias engañan. Muy bueno.
Tu protagonista ha de ajustar muy bien los horarios para compaginar su diversión nocturna y puede que que marginal, o tal vez su trabajo, con la vida diurna y nada clandestina que se le supone, aceptada socialmente. No tenemos más datos, pero esta doble vida ya parece peculiar de por sí, aunque no es nada en comparación con la sorpresa que viene después, en las cinco últimas palabras de la última línea, que añaden detalles imprevistos; por un lado hacen que todo cuadre, mientras que por otro nos descoloca, por lo inesperado.
Un abrazo y suerte, Modes
Hola, Nieves.
Me encantan los relatos imprevisibles y éste lo es, porque con un magistral giro en la última frase se resuelve una historia que, en principio, aunque muy bien narrada, parecía que no iba a contar demasiado, sin embargo, el inesperado giro la convierte en todo un señor microrrelato.
Un afectuoso saludo.