21. CONVENTO DE LAS CLARISAS, TOLEDO – EPI
La vida de las damianitas fuera de las murallas es de clausura, oración, pobreza, frio, abstinencia, castidad y silencio. En Toledo, la peste negra.
La abadesa Sancha Alfonso las dirige con mano de hierro.
Pero lo peor del cenobio es el frío que te cala los huesos.
En la Iglesia, la oración se acompaña de un castañeteo de los dientes y un temblor involuntario del cuerpo.
En el Claustro, se producen vendavales de aguanieve y la piedra parece que rezuma agua.
A la hora de dormir, la celda se antoja un féretro de hielo. Inés intenta arroparse con la manta raquítica que tiene y no para de tiritar.
Cómo novicia que es, su vida no es tan dura como la de las monjas y corretea por el convento con bastante libertad. En el huerto, ha entablado conversación con un gañán y aunque no es muy agraciado, le encanta estar a su lado. Nota su calor.
Es lo que le lleva a abrazarse a él. Inés piensa todo el día en esos ratos de calor.
Hace una semana notó una buba en su sobaco y hoy, ha supurado.
La peste bubónica ha roto la clausura.
En estos tiempos pandémicos has recreado la temible peste medieval, con una necesidad de aislamiento social no menos conveniente que en la actualidad, salvando detalles y distancias.
El único desliz que comete una joven es castigado con dureza y afectará a todas sus compañeras o hermanas, hasta ese momento a salvo, como una maldición divina, algo difícil de aceptar, por mucha fe que se tenga. Cuando el calor humano, en cualquiera de sus manifestaciones, se percibe como un peligro, todo se tambalea.
Me alegra leerte siempre, Epi.
Un abrazo y suerte
Sean viejas como la bubónica o nuevas como el cobid, si de pestes se trata, no hay mano de hierro mi clausura que valga… Ese calor añorado por la novicia dejará a todas las damianitas iguales: en féretros de hielo.
Me encantó la atmósfera medieval del micro, que ciertamente remite a la novela «El nombre de la Rosa»…
Tremenda historia, Epi, no obstante, me gustó.😘😘😇😇
*Donde dice «cobid», léase «covid»* 😇😇
¡Vaya con la chiquilla!
Muy bien contado, Epi, nos parece sentir ese frío en los huesos y esa necesidad de calor.
Un abrazo,
Carme.