82. Correr
Corría. No para llegar primero. Ni siquiera para llegar. Huía. De una infancia infeliz. De un padre severo. De una educación de disciplina y sacrificio. Corriendo sobresalió en las pistas del colegio y más tarde, en los campeonatos universitarios. Y corriendo llegó a formar parte del equipo olímpico de su país, aspirante a una gloria que en realidad no deseaba. Hasta que algo ocurrió que le dio sentido a todo y por primera vez soñó una meta que tenía nombre de mujer. Que ella volviera a mirarlo, ya como a un triunfador, se convirtió en todo su anhelo, su verdadera medalla a conseguir, cien metros lisos más allá. Y dispuesto a vencer, colocado en su puesto de salida, sintió el disparo que, rompiendo el tenso silencio, pareció atravesarle el pecho en un destello luminoso y deslumbrante. Y cegado corrió. Corrió tanto, con tanto afán, con tal entrega, que no quiso percatarse de que su cuerpo quedaba atrás, ante el asombro de millones de miradas, desplomado e inerte sobre el azulado tartán del estadio olímpico.
A la fuerza ahorcan, dice el refrán. Desde niño, tu personaje se ha visto obligo a huir siempre de algo o alguién. Una vida prosaica a la que, parece, no fue capaz de vencer, a pesar de los exitos logrados. Impresiona el bello y poético final. Enorabuena y suerte. Un saludo.
Gracias Jesús por tu amable comentario
Gracias Ana. Me alegra mucho primero que lo hayas leído y además que te haya gustado. Un saludo.
Cuando parece que ya podemos dejar de correr para recuperar la respiración, nos dejas sin aliento en el sprint final.
Me ha gustado.
Un saludo, Alberto, y suerte.
Pues si, Margarita, el giro que da el relato parece que va a favor del personaje, pero… Gracias por tu comentario.
Hay mucho sentimiento en tu relato, Alberto.
Emociona leerlo.
suerte y saludos.
Gracias María Jesús. Emocionar, aunque sea un poquito, con un relato, es todo un logro. Ojalá lo haya conseguido alguna vez. Un saludo.
Alberto, preciosa forma de contar tu historia. Suerte y saludos
Gracias, Calamanda. Un saludo.