65. Cuentas pendientes
Me dieron el soplo en «La Casa Nostra» , el bar de la calle 45 donde solía abrevarme. Luca Falce salía de la cárcel y había jurado hacerme una visita. Había huido de Sicilia por un lío de faldas, le hizo tragar una de tubo a un policía. En América alcanzó sus mayores logros profesionales, incluso llegó a ser gangster del mes. Su prestigio en el sector era enorme, un miembro de la banda rival al que acababa de liquidar, le felicitó antes de morir por su buen asesinato. No tardó en cumplir su palabra y presentarse en mi casa. Con movimientos lentos de animal peligroso puso sobre la mesa una desgastada Biblia. La cicatriz de su cara parecía viva con las luces del sex- shop de la calle de enfrente.
– He cambiado, – me dijo-.
-No pienso volver a la sombra, sólo quiero encontrar a mi mujer. Saqué una botella de whisky y llené dos vasos. Cuando se fue guardé el revolver en el cajón, mejor ser precavido que lucir el traje sin espalda que te ponen en la funeraria.
Su mujer salió de mi habitación vestida con mi camisa hawaiana. Aún temblaba cuando se sirvió un whisky doble.
Nunca es tarde para cambiar. También puede ser cierto que la cárcel regenera a los delincuentes. El gánster del relato tenía todas las trazas de volver a las andadas, de ahí el miedo de su mujer y de su amante, pero no llegar la sangre al río, de hecho no llega a haber sangre, angustia sí, la de los personajes al filo de la tragedia.
Un relato muy bien ambientado, al mas puro estilo del género negro.
Un abrazo y suerte, Lucas
Gracias Ángel, siempre estás ahí,hace ilusión leer tu comentario. Abrazo desde Cantabria.