53. Curso del 89 (Miguel Ibáñez)
Una araña enorme y peluda comienza a mover perezosamente sus patas cuando dos tipos con el cuello de la camisa asomando por encima del jersey, y gafas de sol, se encuentran. Escucho distraídamente su conversación, y veo al insecto también. Todo mezclado en la misma escena. Se abrazan, al principio tibios, pero el contacto los confía tanto que apenas se sueltan la mano. Aunque no pasan más de dos minutos, ocurre todo muy despacio, gelatinoso, pesado. Un animal cansado que se arrastra por necesidad, pero sin convicción. Se cuentan cosas de pasada, trabajo, amigos comunes, matrimonios. Cuánto hace, más de veinte. Se quedan callados, incómodos. Uno de los dos busca la frase, el pie para cerrarlo. Como niños jugando al pañuelo. Atraparlo y correr hasta lugar seguro. Bueno, a ver si nos vemos. Otro abrazo, más fuerte este. Y se despiden. Los dos han aparcado al final de la plaza y tienen que caminar juntos quinientos metros más. Los veo alejarse en la misma dirección. A tres metros el uno del otro, no vuelven a mirarse. Y así se queda todo. Porque las arañas, como el tiempo, no andan hacia atrás.
Los humanos nos creemos las criaturas más inteligentes y completas del planeta, pero como seres vivos que somos compartimos muchas cosas con otros seres con los que convivimos y a los que evaluamos, seguro que erróneamente, como inferiores, cuando tendrían mucho que enseñarnos a nada que los observemos, por ejemplo, la inutilidad de intentar ir hacia atrás.
Somos la suma de lo que hemos vivido, pero lo pasado, pasado está, por mucho que nos empeñemos en recordar, en tener nostalgia, o en revivir lo que ya no es, como le sucede a estos dos compañeros de otro tiempo, pero no del presente y sin viso alguno de futuro común. Nos pones muy bien en su piel con unos cuantos toques, porque son situaciones que todos hemos vivido.
Un relato que muestra que de todo se aprende, hasta de un simple (o no tanto) arácnido, con un mensaje nítido y realista, todo ello narrado como tú sabes hacerlo.
Un abrazo y suerte, Miguel
Un buen relato y una frase final con la que haces un resumen genial.