41. Curvas
La inmunidad de mi cuerpo ante la adolescencia me desesperaba. Los cambios, más que manifiestos, en algunas de mis compañeras, me generaban brotes de envidia que mermaban la poca autoestima que tenía en aquellos despiadados catorce años. Ni los quince ni los dieciséis aportaron mucho más que granos, vello y cambios hormonales, así que me rendí. Alta, fibrosa, delgada, en las antípodas de las chicas de las que todos se enamoraban, dejé de hacer todas las tonterías que aseguraban la aparición de las curvas, y redirigí los esfuerzos hacia lo que sí se podía cambiar. Empecé a sacar buenas notas. Esos sobresalientes, las matrículas, las becas a la ejemplaridad en la universidad, que me abrieron las puertas a trabajos escandalosamente bien pagados. Y por fin llegaron mis deseadas operaciones de cirugía estética. Ya tengo todo lo que quería. Un increíble par de tetas. Dos costillas menos que acentúan esta cinturita. Un culo hipnótico. Y muchos ligues. Sin embargo, brotes de envidia siguen, ahora, cuando veo gestos cómplices, esos pequeños detalles de las parejas que se quieren.
La carrocería corporal, al igual que el dinero, ayudan y mucho, eso no puede negarlo nadie, pero por suerte, no lo son todo. La superficialidad deslumbra e hipnotiza un tiempo, pero a menudo tiene los pies de barro y termina por desmoronarse. Nada se le puede reprochar, no obstante, a tu protagonista, si acaso a su entorno, que no tuvo ojos para ella, en especial durante la difícil etapa adolescente.
Un relato sobre complejos, superación, sueños y realidad.
Un abrazo y suerte, Paloma.
Sí, Ángel, ver en un cuerpo perfecto( lo que ella cree que es la perfección, claro) la llave para que las cosas sean mejor que lo que son, es no darse cuenta de que en el llavero de la felicidad muchas llaves. Llaves que no necesitan ni baño de oro ni piedras preciosas.
Muchas gracias por comentar, y un abrazo.
La vanidad no nos hace felices, nos da un chute pero puede explotar como pompas de jabón, si no hay más.
Una pena que superara sus complejos juveniles y luego los aflorara para parecer lo que no es.
Todos tenemos detalles de ese tipo en mayor o menor medida, y con frecuencia tardamos en ser conscientes de que la vida es otra cosa.
Eterna insatisfecha! Aleccionador.
Rosa, gracias por comentar.
Efectivamente, la protagonista de este relato hierra al fiar todas sus esperanzas a la creencia de que teniendo ese cuerpo bonito, que ella imagina haberse construido, la vida va a ser más indulgente con ella. Quizá su cuerpo tiene curvas, pero no están bien peraltadas…
Oh, Paloma, qué pena me ha dado tu protagonista: primero por su adolescencia desgraciada, una época difícil pero hermosa. Después parece que todo se arregla, con estudios y buenos trabajos, y pensamos que va a encontrar el amor, más aún cuando consigue el cuerpo que la naturaleza le negó. Y sí, liga, pero no la quieren de verdad. Me produce ternurica, porque estoy segura de que, con un poco de autoestima, seguro que alguien hubiera encontrado en ella motivos de sobra para quererla.
Un abrazo y suerte.
Rosalía, en las carreteras con muchas curvas es difícil conducir por el riesgo de accidente…Quizás ella no sea consciente de hasta que punto, con tanta operación, ha complicado el camino hacia su verdadero yo.
Un abrazo agradecido.
Qué difícil es erradicar esa envidia que nos hace tan desgraciados y qué bien conducido el relato con palabras precisas y certeras.
Un beso grande, Paloma
Creer, como hace la protagonista de este relato, que todo va a cambiar cuando su cuerpo adquiera una apariencia que ella idealiza, es «faire des chateaux en Espagne» que dirían nuestros vecinos, además de exponerse a verse convertida en un ser tan artificial como poco interesante.
Muchas gracias, María, beso grande vuelta `para ti.