89. Dátil (Alberto Jesús Vargas)
Otra vez la misma pesadilla. Voy subiendo las escaleras con el pedido de Doña Paulina. Cuando llego ante su puerta enorme de casa antigua, hago sonar la voz cascada del timbre. Ella me abre y pide que deposite mi carga en el suelo del comedor. La casa huele a naftalina y a orines de gato. A continuación, con sus manos de vieja que parecen hechas con la piel de un pollo, abre el cajón del aparador y saca un dátil y unos cuantos billetes que yo acepto sabiendo que su valor excede en mucho al importe del encargo. Sin pedirme permiso, introduce el dátil en mi boca que lo recibe con repugnancia y sumisión. Mi saliva se hiela con el frío que sus dedos han dejado en el fruto ambarino y blando. Empiezo a masticarlo con lentitud y desgana. Su textura pastosa se desangra dulzona en mi lengua y llega a confundirse con la lengua invasora con la que ella juega a arrebatarme la semilla, entre pequeños desencajes de dentadura postiza. Es entonces cuando sobresaltado, despierto en una penumbra de persianas bajadas. A mi lado, su roncar satisfecho y en el aire, el olor de su aliento pegajoso y marrón.
Alternancia de pesadilla y realidad en un bucle sin fin. Un relato excelentemente contado que se degusta como degustábamos un sabroso dátil antes de haberlo leído. Ya nunca será igual.
Felicidades, Alberto Jesús.
Un abrazo.
Asquerosamente marrón.
Buen relato
En este caso, Ángel José, lo de asqueroso resulta halagador 🙂 Es lo que pretendía. El color marrón no se merece menos. Me alegra que te haya parecido bueno. Gracias y un abrazo.
La verdad, Rafa,es que este relato he querido dedicárselo a un buen amigo de toda la vida que ya no está entre nosotros y que odiaba los dátiles. El relato no tiene nada que ver con el origen de su fobia, pero al escribirlo me he estado acordando mucho de él. Gracias por tu comentario. Un abrazo.
Y la pesadilla se hizo realidad. Al despertar, el dinosario-monstruo-Doña Paulina todavía estaba allí. La historia de este empleado de una empresa de mensajería bien pudiera ser propia de Halloween, pues roza lo terrorífico, con el mérito de que, aún siendo muy imaginativa, podría ser perfectamente real. No sé si a tu protagonista le compensará el dinero entregado por sus servicios extras; en todo caso, queda demostrado que todos tenemos un precio.
Un relato que demuestra que, a veces, lo más dulce puede ser también algo muy amargo.
Un abrazo y suerte, Alberto
Sinceramente, Ángel, el color marrón no me inspiraba nada poético, más bien lo contrario, así que aposté por jugar con sensaciones un tanto repulsivas y escribir esta breve historia tan poco gratificante. Gracias por tu comentario y un abrazo.
Pesadilla por pesadilla…, mejor seguir durmiendo. 😀 Muy bueno.
He intentado jugar con lo desagradable procurando no caer en el mal gusto. Gracias por tu comentario positivo. Un abrazo.
Don Alberto, me mola cantidubi su forma de escribir y la chispa amarga de transgresión que contiene este relato. Entre tantos tonos de marrón, tan parecidos, se agradece el atrevimiento de este marrón salvaje.
Por decir algo, diría que me hubiera gustado que no hubiera sido una pesadilla, sino un hecho sucedido con toda su realidad.
Grande, Alberto!!!
Te explico, Salva. Al darle un carácter onírico al relato he pretendido crear un efecto de angustiosa circularidad. Despertar de una pesadilla y descubrir que aquello terrorífico con lo que has soñado no es más que tu realidad, puede resultar claustrofóbico. ¡Enfin! Que me he puesto un poco retorcido para entrar en el marrón. Agradezco mucho tu comentario y ese puntito crítico tan conveniente siempre. Un abrazo.
Caramba con Doña Paulina. Me ha gustado precisamente porque no es un sueño y por todas esas sensaciones que describes.
Debería comprarle dátiles sin hueso, eso sí, para evitarse ese juego preliminar, al menos, el pobre.
Me ha traído a la memoria también el último verso de un poema de John Milton: «and day broght back my night», que viene a ser algo así como que el día me devolvió la noche, salvo que en tu caso es una pesadilla cuando duerme y es una pesadilla al despertar.
Mucha suerte, Alberto.
Querida Elena, si existiera el Premio Nobel del microrrelato tú serias mi candidata, por eso tu opinión para mi tiene mucho peso. Que digas que te ha gustado esta pequeña narración en marrón, es algo a considerar. Procuraré seguir esmerándome a ver si alguna vez consigo escribir algo que te encante 🙂 Mientras tanto, me quedo con este comentario positivo, que tanto agradezco.
Hola, Alberto!!!
Cómo me ha gustado tu relato. ¡Madre mía!
Imágenes duras, secas, amargas, infelices, marrones. Sabores, olores, texturas… Has conseguido que leamos con los cinco sentidos.
Muy bueno, sí señor.
Uno de los relatos seleccionados (ganadores) de la convocatoria marrón, seguro.
Un abrazooo para ti!!
Amiga Amparo, para mi es muy gratificante tu comentario. Me alegra que hayas captado esa intención de transmitir sensaciones más allá de lo meramente visual. No es un relato amable y he intentado que tuviera cierta intensidad. Te agradezco muchísimo la crítica tan positiva. Un fuerte abrazo.
Qué original lo de convertir un dátil en el objeto central del relato, y luego ese juego de sueño/realidad. Me gusta esa historia tan sugerente y con un cierto toque surrealista. Suerte.
Pesadilla recompensada con sabor agridulce. Muy bueno Alberto. Suerte