57. Del gobierno y los pactos
Desde que declararon la jornada de puertas abiertas en los cielos no ha cesado de llover. Las malas lenguas aseguran que es consecuencia del malestar generado por los recortes, que hasta allí han llegado; el Triunvirato se vio obligado a pactar con las huestes del inframundo para mantenerse en el poder, y ya sabemos como se las gastan esas alimañas.
Aquí abajo la pérdida de cosechas nos exigió cambiar la dieta y alimentarnos de algas, pececillos y bivalvos, pero pronto empezaron a escasear y como seguía diluviando, no tuvimos más remedio que enviar una legión de ánimas al paraíso y urdir con los desconsolados angelitos un alzamiento celestial.
Ahora los Arcángeles son los mandamases y nosotros sus asesores; las huestes del inframundo, con el infierno inundado, sobreviven felices y fresquitos en el fondo del mar; y en cuanto al Triunvirato, también ha asumido sin rechistar su nuevo statu quo: resulta muy útil para crear todo tipo de cosas, predicar la nueva normalidad y fertilizar a nuestras compañeras estériles.
Un sin dios que no hay por donde cogerlo, me recuerda a algo, pero no caigo ahora…
Divertida la mezcla de infierno, tierra y paraíso que haces, todo es posible, sobre todo en nuestra imaginación.
¡Vaya fantasía surrealista! Un puro derroche de imaginación.
Un abrazo y suerte.
A la política, tan antigua como el mismo hombre desde que vive en sociedad, se le considera arte, sobre todo al ejercicio de pactar entre fuerzas dispares. La fantasía que describes, llena de imaginación, no deja de ser algo no muy diferente a lo que nos encontramos cada día en los informativos. El poder, para mantenerse, busca extraños compañeros de viaje.
Un abrazo y suerte, Javier.
Gracias por comentar a los tres. Sí, de eso se trataba, de reflejar los extraños compañeros de viaje que llevan todo tipo de alianzas, políticas y empresariales, que también las hay. Y bueno, había que salirse del guion establecido llevarlo a un terreno harto difícil. Sin embargo, ambos, dioses y demonios, parecen acostumbrarse y sobrellevar con alegría la nueva situación, por muy irreal e improbable que sea. Una kalopsia improbable, pero kalopsia al fin y al cabo.
Saludos!