104. Descarrilamiento (Salvador Esteve)
Bajo nuestros pies, tierras movedizas nos van engullendo sin piedad. El tren, inmisericorde, nos lleva en volandas a recoger el cuerpo de nuestro hijo; se ha quitado la vida, y con ella, las nuestras. Mi mujer ha dejado de llorar y me abrazaba suplicando consuelo, preguntando razones, implorando el por qué. No comprende, no puede asumir que su hijo, al que creía feliz, haya elegido la muerte. Pero yo sé los motivos, conocía su desesperación, su dolor. Él me abrió su corazón y un viento de indiferencia cerró las puertas del mío. Le dije que destrozaría a su madre. ¡Pero era mentira!, mi mujer le habría mirado a los ojos y le habría dicho que no se avergonzara de ser como es, y con dulzura le diría lo orgullosa que estaba de él. En cambio, reproches e insultos fueron mi respuesta. Si pudiera volver atrás… Pero no, el tren sigue su camino. Cuando reúna fuerzas, cuando acopie valor se lo contaré; merece saber la verdad.
Beso su cara, aún húmeda por las lágrimas, y la abrazo fuertemente; sé que será la última vez.
Jesús, vaya situación que pintas con soltura, tan dramatica con pocos tintes de esperanza, parece. Suerte y saludos
Tarde para arrepentirse. Las diferencias, esas a las que unos no le dan importancia y para otros es como una maldición que llega a la familia. Y siempre son los más sensibles quienes pierden.
Saludos y suerte.
Descarrilamiento el de este padre que, con la respuesta de la indeferencia, no ayudó a un hijo sumido en la desesperación. En breve perderá también a la madre, como él imagina.
Terrible dolor llevará siempre encima.
Terrible historia.
Buen relato.
Un abrazo.
Carme.