70. Desde el jardín del señor Yamistoko (María Rojas)
En las mañanas, el señor Yamistoko, dando saltitos, revisaba su colección de bonsáis. Se detenía ante Putoskito, como él llamaba cariñosamente a su bonsái promiscuo ya que cada cinco años sacaba un brote. Putoskito tenía las ramas rebeldes que se saltaban las ataduras y tomaban el rumbo que les venía en gana, parecían perseguir una línea imaginaria que se elevaba más allá de la tapia. Debido al trabajo que le daba, el señor Yamistoko estuvo tentado a llevarlo al jardín de arbustos enanos, pero le podía más lo que le había dicho la mujer que se lo regaló:
—Me dio pesar dejarlo allí, me pareció una planta prehistórica viviendo entre rocas y barrancos pelados, solo con aire y unas gotas de roció mañanero. Lo vi tan enclenque, sin afecto, sin savia suficiente para sobrevivir. Me recordó a ti.
Una tarde, el señor Yamistoko leyó en el boletín de bonsáis, que había desaparecido de la tierra la especie de Putoskito. Queriendo averiguar el motivo de la promiscuidad del suyo, se aprovisionó de una potente lupa y, sorprendido, vio como los hijos de Putoskito tenían en el envés de sus hojas una carita ceñuda, fiel copia de la suya.
Dicen que todos somos únicos e irrepetibles. Hecho esta premisa, se puede afirmar que algunos, además, son tan peculiares que más bien parecen especies a extinguir, como es el caso de tu protagonista, también de ese arbolito tan simpático y obstinado en salir adelante. Entre los dos se ha producido una complicidad total, tanta, que no se entiende al uno sin el otro. Se han empeñado en sobrevivir, en perdurar, en animarse mutuamente, en contradecir la lógica que parece empujarles a su desaparición. La existencia de uno es la prueba de que el otro también puede permanecer.
Esa actitud no es diferente a la que todos tenemos cada día, nos demos cuenta o no. Nos sabemos efímeros, pero nos empeñamos en seguir, en luchar, en creer que seguiremos ahí siempre, a pesar de todos los pesares. Nos negamos a la evidencia, pero continuaremos igual de peleones mientras estemos en el mundo y, si no, que no nos hubieran puesto.
Un relato muy original, María, simpático y con mensaje.
Un abrazo y suerte
Muchas gracias, Ángel. Me complace lo que comentas. Tenía mis dudas si el señor Yamistoko y el rebelde Putoskito iban a ser tan magníficamente interpretados.
Un abrazo marino y a cuidarnos.
Un relato original y además de doble vuelta: el coleccionista es la colección y la colección el coleccionista, simbiosis total.
Se agradece la innovación.
Un saludo.
Gracias a tu lectura y comentarios, Manoli.
Abrazos marinos