55. Desdoble
El primer encargo fue sustituirlo en la presentación del libro de un joven novelista. Después ocupé su lugar durante el entierro de un familiar lejano. Más tarde lo suplí asistiendo a una reunión de antiguos compañeros de colegio. Todo iba según lo estipulado hasta que un día mi cliente desapareció. Tuve que asumir todos sus asuntos.
Cuento esto porque ayer mismo, por sorpresa, me anunció su regreso. En casa se me ha ocurrido sugerir que nos marchemos a vivir a otro lugar. El niño dormía entre los brazos de su madre que me ha mirado como si de un desconocido se tratara.
No sé si llamarlo envidia prospectiva o celos sobrevenidos o simplemente falta de profesionalidad, pero he decidido romper nuestro contrato. Solo nos atañe a él y a mí, no hay testigos ni intermediarios que pudieran objetar algo. Si quiero cambiar de vida, es necesario ese sacrificio.