126. Desengaños
Tantas veces le habían roto el corazón −me dijo−, que decidió darlo por muerto. Como un conjuro, para que no volviera a despertar, había tatuado un RIP sobre su pecho izquierdo. Le quité la blusa despacito y, mientras repasaba aquellas tres mayúsculas con la yema del índice, juré que mis caricias borrarían el epitafio. Nunca volvió a darme la oportunidad.
Un corazón realmente muerto, que no quiere revivir porque no soportaría sufrir de nuevo, de ahí el mensaje que certifica su defunción que, como buen epitafio, es definitivo y no tiene vuelta atrás.
Breve e intenso.
Un saludo y suerte, Elisa
Llevar encima un epitafio en vida es haber muerto antes de tiempo. Eso es lo que me hace pensar tu relato. Enhorabuena!
Un dolor grabado a fuego en su pecho. Un dejar de latir por no querer volver a sufrir. Una caricia llegada a destiempo.
Fantástico relato Elisa.
Un beso preciosa.
¡Qué tristeza, una «muerte» en vida! Seguro que nunca le da otra oportunidad?? Si sigue con sus caricias desbordantes de sentimientos…
Bien contado, dando una nueva interpretación al «epitafio» del mes
Saludos,
Carme.
Solo tres letras y un nunca más…
Que bien resumiste esta triste historia.
Un abrazo y suerte.