38 Deseo cumplido
Cuando ya lo tenía en la camilla, le até con correas los brazos, piernas, abdomen e incluso cabeza.
No le puse ningún tipo de anestesia, tenía que sufrirlo para el plan previsto.
Sus gritos fueron lo más parecido a la matanza del puerco mientras le amputaba una mano, una pierna y le sacaba un ojo. Si se desmayaba no continuaba hasta que lo hacía volver.
La verdad es que yo también lo pasé mal, pero cuando se fue tan contento con su garfio, su pata de palo y su parche, pensé que había hecho un buen trabajo.
Lo que parece la peor de las torturas, crueles amputaciones sin anestesia, resulta que son fruto del deseo y libre voluntad de la propia víctima, a la que no es correcto calificar como tal; de hecho, se trata de un encargo, eso si que no se lo podía esperar nadie. Va a ser verdad eso de que hay gente para todo, los hay hasta dispuestos a convertirse en piratas lisiados por puro gusto. El problema es que si es un capricho luego ya no habrá marcha atrás.
Un relato con final en verdad inesperado.
Un abrazo y suerte, Javier
Hola, Ángel. Sí, este arriesga más que con los tatuajes.
Gracias y fuerte abrazo,
Hola Javier,
Qué fácil se lee tu relato y cómo nos engañas hasta llegar a ese inesperado y sorprendente final que parece ser feliz. Te felicito. Nos leemos.
Gracias, Isabel.
Un poco extremo el asunto, pero se me ocurrió y me hizo cierta gracia.
Besetes
Sí, la verdad es que nos logras engañar hasta el final. Lo que parecía una tortura efectuada por bandas rivales acaba siendo un » capricho» muy doloroso. Muy buen relato, Ja vier. Un fuerte abrazo. Gloria
Gracias, Gloria.
Como se trataba de que no pareciera lo que en realidad era, pues ahí quedó eso.
Muchos besos.