53 DESTELLOS (Belén Sáenz – Fuera de concurso)
Pocas cosas logran entretener a Trini desde la última vez que salió del hospital, pero hoy se le van los ojos detrás del brillibrilli que hay en los escaparates: Lentejuelas, swarovskis y estampados en purpurina. Su madre le dice que siempre ha tenido buen gusto. Que si le acompañara un poco la figura ninguna le haría sombra sobre las pasarelas de moda. Cuando encuentran el conjunto perfecto en alguna tienda, la guía cogiéndola de los hombros. Le hinca los dedos como pinzas de la ropa para que se acerque o se aleje unos pasos en la acera, hasta hacer coincidir perfectamente el reflejo de su contorno con el de la maniquí que está al otro lado del cristal. Sólo así se decide a entrar a comprar, sin pasar por el probador, a condición de que esté disponible la talla expuesta. Ya en casa, su madre se encargará de ajustarle las prendas. Subida en un taburete, de espaldas al espejo, Trini deja mansamente que recorte la tela que sobra y remeta las costuras, encandilada por el centelleo de los alfileres y del filo de las tijeras que robará del costurero. Para cuando termine de vomitar.
A los maniquíes de las tiendas se les supone un ejemplo de perfección estética. Parecerse a esas figuras imposibles puede causar gran frustración y convertirse en un motivo obsesivo y peligroso. Tu protagonista, que ha pasado por una enfermedad hospitalaria, puede que esté escasa de ilusiones, pero no ha perdido las ganas de parecerse a esas muñecas, algo en lo que colabora su madre, deseosa de que recupere la ilusión. Su delgadez y otros síntomas revelan problemas conductales, obsesiones de la mente que terminan por convertirse en una enfermedad peligrosa, que rechaza el alimento que el cuerpo necesita.
Un relato sobre las complejidades de la mente, lleno de buenos «destellos».
Un abrazo. Belén
Muchísimas gracias por tu visita y tu comentario, amigo Ángel. El glamour de la moda tiene una cara oculta, sucia y oscura que extingue el brillo de muchas ilusiones y muchas vidas. Un gran abrazo.
Es tan impactante la historia y está contada con tal sutileza, que no la olvidas. Gracias por escribir, incluso fuera de concurso. Besitos, Bea.