35. Dos minas a cielo abierto (ana-liliana)
Mis manos en su cintura, ambas rodeadas de ojos curiosos y del barullo de los que compran en los puestos de artesanías. Tres, dos, uno. Comienza el melancólico bandoneón a llorar una vez más, pero esta vez es diferente. Sus labios bordo y mis uñas con restos de esmalte negro que tantas veces me dijo que se debían emprolijar. El cielo nublado en San Telmo anticipa lo inevitable, lo siente. Nuestras piernas juegan a ir y venir, dan vueltas, saben bien las reglas y cuando romperlas. Cámaras de turistas apuntándonos, no nos preocupa, siempre supimos disimular. Mi cuerpo firme como una piedra mientras la levanto para la siguiente pirueta, esa que repetimos hasta el cansancio. Una brisa fugaz nos acaricia consolándonos. Sus tacos pisotean el empedrado, sin pensar en lo que este podría estar sintiendo. Ojos vidriosos, labios secos, respiración agitada. Mis dedos ásperos recorren sus lentejuelas, su agarre apenas roza mi camisa. No quiero terminar pero nada más resta hacer. Nos reverenciamos ante el aplauso del público mientras no dejo de pensar en qué hubiera ocurrido si hubiésemos tenido un tango más.
En tu micro se juntan la belleza del tango y la tristeza del desamor de forma magistral. Ojalá tus minas puedan ser felices algún día.
Un abrazo y suerte.
¡Gracias por tu comentario!
Hola Ana, un relato lleno de ritmo y agitación, no te deja respirar en el curso de lo contado donde probablemente sin otro tango ya ha surgido un enamoracmiento muy pasional. Bonita imagen del baile urbano. Suerte! Abrazos
Abrazos a usted también, gracias por leer.
Esta pareja de bailarines está en el límite de que suceda algo más entre ellos que una perfecta compenetración profesional, puede que eso suceda o también que no ocurra nunca, como la vida en otros planetas, que quizá sea posible, pero también lo contrario. Es esa tensión artística, pero también física, ese duelo emocional no consumado, lo que otorga tensión a tu relato, nos deja con ganas de saber cuando traspasarán la frontera.
Un abrazo y suerte, Ana