Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

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17. Dos por una

Me descuidé un instante en el pasillo de las conservas. Me volví con las manos vacías y, despistada, agarré aquella cesta sin prestar atención. Luego seguí caminando por el alambre de los ocho euros con veinte de mi bolsillo. Fue poco después, al meter en la cesta un paquete de salchichas en oferta, cuando descubrí aquel prodigio: pescado fresco; jamón ibérico; un panetone gigante; el perfume ese que anuncia Julia Roberts. Busqué con la mirada a la autora de tal derroche. Imaginaba que aparecería arrastrando con incomodidad mi cesta a rebosar de miseria. Estaba dispuesta a pedirle mil disculpas, qué menos —por rango social o porque sí—, pero allí no apareció nadie. Así que ahora desdeño promociones y marcas blancas, elijo vinos de añadas excelentes, describo una estela de opulencia por cada pasillo (en especial por el del aceite de oliva) hasta que busco una zona tranquila del súper. Y si algún empleado de esos que no me quitan ojo me sorprende abandonando el carro, le digo que enseguida vuelvo. Al fin y al cabo, ellos también mienten cuando, a la salida, palpan sus bolsillos y mascullan que no llevan suelto mientras yo les deseo que tengan un buen día.

13 Responses

    1. Hola, Edita,

      gracias por pasarte. En lo de inútil o no, no sabría decirte. Creo que hay algunas cosas que hacemos a diario que solo sirven para despistarnos o mantener cierta esperanza, por triste que suene esto.

      Un saludo,
      Asier.

  1. Ángel Saiz Mora

    Un mendigo con muy pocos posibles miente a los empleados de un supermercado y hasta a sí mismo, cuando intenta aparentar una solvencia inexistente a la hora de adquirir productos lejos de su capacidad económica. Si es feliz con esa ilusión inofensiva no se le puede reprochar, salvo los empleados, que tendrán que recolocar después lo que él coge y no compra, y que nunca le darán una limosna.
    Muy original y bien contado, Asier.
    Un abrazo y suerte

  2. Rosa Gomez Gómez

    Si no he entendido mal, esta mujer echa al carrito productos que no puede pagar, por el simple placer de hacerlo, ya que a continuación lo abandona en un pasillo. Y miente a los empleados si la sorprenden, diciéndoles que luego vuelve.
    El final es ejemplar, porque ellos también mienten cuando le dicen que no llevan dinero para darle cuando pasan a su lado en la calle.
    SE TRATA DE UNA MENDIGA: nos viene a dar una lección de vida: todo el mundo miente, en este caso para acallar la conciencia o para quedar bien. Así es Asier, somos demasiado complicados y mezquinos en muchas ocasiones.
    Original en la forma y en el mensaje.

    1. Hola, Rosa,

      muchas gracias por pasarte y más aún por este comentario tan completo. No puedo añadir mucho más a lo que comentas, tan solo aclararte el porqué del título. Además del juego de palabras con las promociones de los supermercados, lo asocio a la doble vida de esta mujer que tiene una fuera y otra dentro; una casi idílica y otra más cruel, por eso hay dos mujeres en una, es decir, dos en una.
      Espero habértelo aclarado.

      Un abrazo,
      Asier.

  3. Rosalía Guerrero

    Asier, no sé si la historia me parece triste o todo lo contrario. Por una parte ella disfruta de esa ilusión de opulencia con su carro lleno de manjares ( y aceite de oliva!), pero por otra fuera del súper le espera la miseria. Como es, también en cuanto a emociones es «dos por una».
    Ah, y la frase «alambre de los ocho euros con veinte de mi bolsillo» me parece genial.
    Un abrazo y suerte.

    1. Hola, Rosalia,

      Pues me parece muy chulo eso de que esta trama te genere sentimientos encontrados. A veces pasa en las historias que hablan de cómo algunas personas que viven en los márgenes tratan de buscarse la vida.

      Muchas gracias por pasarte y comentar!

      Asier.

  4. Raúl Aragoneses

    Querido Asier, si un carro de la compra es capaz de lograr este cambio de vida, debemos mantenerlo en secreto, por si nos hace falta algún día. Dos vidas, la de fuera y la de dentro, dos mentiras, o una mentira golosa y una medio verdad, la mendicidad. Lo mejor es que, se sepa, no le tienen prohibida la entrada, así que a disfrutar todo el tiempo que el súper le deje a la protagonista. Lo he disfrutado. Un gustazo leerte. Abrazos, amigo.

    1. Hola, Raúl,

      me alegro de que lo hayas disfrutado y de que hayas «leído» tan bien esta historia. Es que yo diría que el supermercado es una muestras a escala de nuestra sociedad donde mucha gente pasa cerca, casi rozando, de cosas normales que ya no se pueden permitir.

      Mucha gracias por comentar, un abrazo,
      Asier.

  5. Vaya Asier, me gusta el escenario, la acción y que nos pongas los pies en la tierra con una historia que cuenta una historia. Quién no ha quitado cosas del carro, cuando ha llegado a la caja sabiendo que también tiene una vida fuera del supermercado…
    Muy chulo y cercano.
    Suerte , abrazos

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