16. DUELO DE MIRADAS (Ana María Abad)
Crisis. Reestructuración. Odiadas palabras. Por suerte, me toca la papeleta de recolocado y no la de despedido, y mi destino en una nueva oficina se revela prometedor desde el primer día, cuando te encuentro sentada en el puesto contiguo al mío. Saludos corteses entre murmullos, breves cabeceos, algún que otro rubor.
Y aquí andamos los dos, enterrando las miradas en las macetas que adornan las ventanas o dejándolas volar con el viento helado de la mañana o incluso prendiéndolas en el sombrero de ese transeúnte que camina apresurado por la calle. Cualquier cosa para evitar que se crucen nuestros ojos y brote prematuramente esa llama que aguarda, latente y soterrada, durante toda la jornada laboral, para abrasarnos nada más trasponer el umbral de mi apartamento.
Hoy, tras reducirnos a cenizas el uno al otro, me confiesas que vuelas hacia otro nido en busca de una mejora salarial que reconozco legítima pero que me sabe amarga porque te aleja de mi lado. Tu puesto lo ocupa ahora un becario con pelusilla en el bigote: no sé cuánto cobra, pero su mirada miope no logra incendiar la mía que, triste, te añora.
Me ha encantado; se desliza con suavidad hasta un final que te saca una sonrisa con un tinte de tristeza. Muy bueno. Un abrazo.
Celebro que te haya gustado María. Muchas gracias y un abrazo para ti también.
Qué buen relato Ana María! Has descrito muy bien esa pasión secreta que les consume, incluso evitan mirarse para no delatarse… Me pregunto si tendrán compañeros en el despacho y si algun@ sospechará algo… ¡Muchas felicidades y mucha suerte!
Muchas gracias Sara.
Ya sabes lo que dicen: que los implicados son siempre los últimos en enterarse, seguro que los compañeros del despacho (tenerlos los tienen, fijo, si no ¿para qué andar disimulando?) sabían hace tiempo lo que pasaba por sus miradas y por sus cabezas, y apostaría a que han estado disfrutando de lo lindo viéndoles sufrir. El ser humano es así.
Ha de ser muy difícil convivir con alguien con quien se comparte más que palabras, y tener que guardarlas, incluso evitar la mirada, porque así lo mandan las circunstancias. Imaginar, con tu descripción, todo lo que esta pareja siente y no puede expresar, hace de este relato una buena lectura y un ejercicio de difícil contención.
Un abrazo y suerte, Ana María
Muchas gracias Ángel.
Tienes toda la razón, como siempre, pero piensa en aquello de «la fruta prohibida…»: quiero decir que, solo por el hecho de tener que andar de tapadillo, seguro que sus encuentros les han sabido más dulces.
Abrazos de vuelta.
Love is in the air, que lástima que tus protagonistas hayan tenido que esquivarlo, igual que se esquivan la mirada. Ojalá vuelvan a encontrarse y las circunstancias les permitan cultivar su amor.
Un abrazo y suerte.
Bueno, en realidad si te fijas bien en ningún sitio dice que se hayan separado, sólo que ya no trabajan juntos, jejeje. Él la añora en el trabajo, echa de menos esos juegos de perseguirse los ojos, pero yo prefiero pensar que se reencuentran cada noche al regresar al nido. Ya se les ocurrirán otros juegos, no te preocupes.
Un besazo Rosalía y gracias por el comentario.
Qué amor más abrasador: se reducen
a cenizas. Tanta pasión abruma. Mejor que se mantengan alejados durante parte de la jornada, así la llama permanecerá prendida durante más tiempo. El combustible acaba consumiéndose tarde o temprano!
El final del becario con las pelusilla desinfla el clímax de esta pareja tan fogosa.
Me da a mí que estos dos tienen combustible para rato, jajaja.
Gracias por leer y comentar, Rosa.
Dicen que a veces resulta más placentero lo prohibido y esta pareja lo encontraba en ese duelo de miradas, en secreto y sin molestar a nadie. Muy bueno, Ana María.
¡Abrazo!
En efecto Aurora, sobre todo que no hacían daño a nadie, como bien dices. Tenían toda la jornada laboral para prender esa llama que no encendían hasta llegar a casa. No sé si con el cambio de trabajo seguirán comunicándose por wasap o qué, jajaja.
Gracias por tus palabras y abrazos de vuelta.
Me encanta el poético duelo de miradas del segundo párrafo, Ana María. Unas miradas que se encuentran y quizás se acaban separando por los avatares de la loca vida laboral de hoy en día. Un duelo y una relación intensa que deja huella en el protagonista y el lector. Enhorabuena.
Un abrazo y suerte.
Muchas gracias por tu comentario, Josep María. Me alegra que te haya gustado y que esas miradas te hayan dejado huella. Abrazos de vuelta.
Trabajé en una empresa en la que si te dejabas abrasar por alguien de manera permanente, uno de los dos quedaba reducido a cenizas, despedido. Tal vez sea esa la razón por la que tus protagonistas intentan evitar que su mirada los delate.
Me ha gustado mucho tu micro, y eso que al principio pensaba en un error en ese abrasados, pero reducido a cenizas el posible error, me ha cautivado la forma de contarlo.
Muchas suerte y saludos.
Me alegro de que te haya gustado el micro, Javier. Muchas gracias por tu comentario, eso siempre anima a seguir imaginando historias y a tratar de darles la mejor forma posible sobre el papel, aunque sea virtual.
Un abrasssso.
Micro subido de tono, con escenas cotidianas que se palpan y sugerentes momentos de alcoba. Me ha gustado mucho, como me suele pasar con tus textos. Enhorabuena y mucha suerte. Un abrazo
Muchas gracias por tus palabras, Jesús. Me hace mucha ilusión que mis historias te gusten lo suficiente como para pasarte por aquí a dejar un comentario.
La situación creo que es bastante habitual, compañeros de trabajo que derivan a algo más, aunque ese algo más no esté más que esbozado: hay que dejar espacio a la imaginación de cada cual, jejeje.
Abrazos de vuelta.