7. DULCE ESCLAVITUD, AMARGA CONDENA. Mercedes Marín del Valle
Mi primer contacto consciente contigo fue en una feria, me fascinó la manera en que, dando vueltas, te transformabas dejando tu blanco inmaculado, para componer delicias de colores.
A escondidas disfrutaba de tu brillo cristalino, ni el mineral más perfecto podía hacerte sombra. Mamá nunca supo cuán enganchado a ti estaba hasta que una mañana, sin explicación posible, me desmayé.
Han pasado más de cuarenta años y sigo siendo tu esclavo. Mamá murió hace meses, ya nadie me vigila. Soy el yonky de las pastelerías y en mi despensa, los bollos industriales ocupan todas las estanterías. La comida precocinada es la reina de mi mesa y nunca faltan los helados.
Esta mañana mientras desayunaba, un programa de televisión te tenía como protagonista. Los males que causas los tengo todos y los asumo, sin embargo, me he sentido defraudado al descubrir que tu blancura es una máscara que consigues a fuerza de muchos lavados con químicos.
Loco, lleno de rabia, he roto los azucareros, vaciado los estantes y derretido los helados. Ya no te quiero, me das asco y vergüenza.
Luego te he buscado ansioso, nervioso y al no encontrarte he llorado.
Nunca te perdonaré que me sedujeras y me esclavizaras.
Un homenaje, que implica también condena y adicción, de algo que no se nombra pero todos conocemos, convertido en personaje con dos caras: el azúcar, una sustancia ideada para endulzar la vida, pero que también puede amargarla si crea adicción; una dicotomía en la que está atrapado tu personaje, que forma parte indisociable de su existencia y le hace disfrutar y sufrir a partes iguales.
Un relato en el que se refleja la contradicción de sensaciones placenteras con sentimientos de apego involuntario, una psicología en la que el cielo y el infierno aparecen combinados de tal forma que uno no se entiende sin el otro.
Un abrazo y suerte, Mercedes
Utilizas hábilmente el lenguaje de la drogadicción conduciendo al lector por un camino engañoso, para sorprender al final con el equívoco de la sustancia: el azúcar.
Muy bien tramado. Un beso.
Hola Ángel, aquí estamos fieles a nuestra cita ENTCiana. Muchas gracias por tus atentas lecturas. Buen provecho que ya ez casi la hora de comer. Feliz tarde.
Ángel, te respondí en el espacio de Carmen. Qué despiste.
A ti Carmen, muchas gracias por la sal. Un abrazo de jueves ventoso y feliz tarde.
Hola, Mercedes. Dulce ocurrencia la tuya de hacer el blanco azúcar protagonista de tu microrrelato. Es cierto que puede ser una cosa adictiva, pero en su justa medida es necesaria. En esto, como en todo, hay que saber encontrar la justa medida.
Un azucarado saludo.
A ti, mil gracias también. Un buen sitio este para estar tranquilo/a, leyendo lo propio y lo ajeno, que ya no lo es tanto. Feliz tarde y sujétate el sombrero.
Me encantó el racconto de esa «dulce esclavitud, amarga condena» del azúcar que todos solemos padecer, en mayor o menor medida… El detalle de los lavados químicos me recordó lo que vi hace muy poco, en un programa de tevé, sobre lo que dieron en llamar «alimentos falsos», y dieron varios ejemplos pero yo sólo me acuerdo de éste: queso de rallar que no es «de verdad» porque lo rebajan con almidón de maíz, o sea, uno no está comiendo lo que cree que está comiendo, de ahí que sea perfectamente entendible la rabia y desilusión del ¿diabético? protagonista.
Que se quede tranquilo el muchacho, que desilusiones así, hemos sufrido todos; la cuestión es sobreponerse y seguir adelante ¿verdad?
Un relato de dulce apariencia y amargas verdades. Muy bueno, MERCEDES, te felicito.
Cariños,
Mariángeles
Gracias Mari Ángeles a mi me gustan también tus micros. Te deseo salud y fortuna y una noche espléndida.
Me encantó tu relato, primero pensé que hablaba de una persona (no sé por que). Después parecía una adicción a alguna droga. Al final me di cuenta de lo del azúcar.