44. Dulce Navidad
Me manchó la mejilla de cacao al darme su carta a los Reyes Magos. Mientras seguía agachado, le miré a los ojos y prometí que no olvidaría entregarla. Luego me levanté y guardé el sobre celeste en el bolsillo derecho de mi abrigo. Como soy zurdo, el izquierdo lo reservé para lo otro.
Al llegar a la calle donde habían colocado el stand real, me encontré con una multitud. Los niños, acompañados por sus padres, esperaban impacientes su turno. Según las órdenes, primero debía localizar al rey con manto azul, que resultó ser Gaspar. Después, me uní a la cola detrás de unos mellizos. Cuando les tocó, eligieron sentarse sobre las rodillas de Melchor y Baltasar. Así que mi objetivo quedó libre. Saqué la pistola del bolsillo y le reventé la cabeza de un disparo.
Durante la huida, me invadió una sensación de amor y paz. No solo por el éxito del trabajo. Me sentía tan feliz porque también conseguí echar al buzón de Sus Majestades el sobre celeste de mi hijo.