32. Echar de menos (Alberto Jesús Vargas)
A todos les duele su ausencia. Antes estaban completos. Eran una familia como tantas que viven en el barrio, con su rutina diaria, su economía ajustada y sus domingos y festivos de parque con palomas o palomitas con cine. Una familia sencilla, unida, quizás feliz. Hoy les falta él y les cuesta aceptarlo. Los niños lo echan de menos, pero ninguno de los dos se atreve a preguntar qué ha sido de su padre. Ella, discreta, se esfuerza por aparentar normalidad, pero no puede evitar entreabrir los visillos, de vez en cuando, para mirar melancólica a la calle como si todavía esperara verlo regresar. Hasta el perro sigue haciendo guardia junto a la puerta de entrada deseoso de darle su aparatosa bienvenida de ladrido alegre y rabo inquieto. Aquel al que todos añoran está cada vez más lejos, aunque ahora, el extraño en el que se ha convertido tras perder el trabajo, duerma una nueva borrachera en el silencio oscuro de la habitación matrimonial.
Cuando todo encaja de forma razonable sucede eso que llamamos «tiempos felices», algo de lo que no se es del todo consciente hasta que se pierde, al tiempo que se pone en comparación con una situación peor. Es cierto lo que dicen de que el demonio está en los detalles, pues esa pérdida de un padre y marido viene tras un indudable percance, como perder el trabajo, el problema es no intentar levantarse tras una caída, hundirse tanto en el fango hasta convertirse en un ser diferente y antagónico respecto al anterior.
Un relato que incide en las flaquezas humanas tras una desdicha, en un grupo compacto que se resquebraja.
Un abrazo y suerte, Alberto
He querido bosquejar la sencilla historia de una familia como tantas otras que está viviendo una situación difícil. Y sobre todo, y es donde entra el tema propuesto para escribir en esta convocatoria, he tratado de reflejar en pocas palabras la añoranza por la amable cotidianidad perdida. Gracias, Ángel, por tu, como siempre, acertado comentario. Un abrazo.
Qué cierto lo que cuentas en tu relato, Alberto, que hay ausencias que duelen más la muerte. Ojalá ese extraño pueda volver a ser el mismo de antes.
Un abrazo y suerte.
Es verdad que se puede añora a alguien que sigues teniendo al lado pero que ya no es la misma persona que en el pasado fue. Eso he querido contar en este pequeño relato. Gracias por tu comentario, Rosalía.
Alberto, un relato muy tuyo, lleno de compromiso. También recoges la esencia de la convocatoria, la nostalgia por lo que fue.
Suerte y enhorabuena.
Pues muchas gracias, Manuel, por leerlo y por dejarme aquí tu amable comentario. Un abrazo