45. Efecto dominó (Rosy Val)
Paquita, la peluquera, le prometió que la dejaría guapísima. Y así se sentía ella después, única y especial, con su vestido y zapatos blancos, y su velo cobijando el moño mejor fijado, más engreído y espectacular que había pisado aquella iglesia. Dentro de él, la envidia de sus amigas: una larga, rubia y ensortijada mata de pelo.
A la mañana siguiente intentó peinarse, pero el cepillo desapareció en aquel vertido que anidaba en su cabeza. Vinieron a socorrerla; su madre, su tía, las vecinas del quinto, mas ninguna pudo devolverle su preciosa melena, convertida ahora en un amasijo de pelos ensopados en una sustancia traslúcida y pegajosa.
Se rindió de nuevo en las manos de Paquita.
Con cada tijeretazo le arrancaba las entrañas. Desolador ver sus lánguidos tirabuzones estrellarse contra las baldosas. Tardó años en superar el precio que tuvo que pagar por hacer su primera comunión… pero inexplicablemente y al tiempo que le crecía el cabello, empezó a desarrollársele un galopante y alopécico ateísmo.
A los que tenemos una edad nos presentaban el Día de la Comunión como «el más feliz de tu vida». Ya no creo que sea así, más bien se ha convertido en un evento social. El caso es que la chiquilla protagonista tenía grandes expectativas ante esa celebración, simbolizadas en su hermosa cabellera, domada con un moño primoroso, para terminar todo en un disgusto, al que siguió una falta de fe creciente. Queda a interpretación del lector si ese ateísmo es la consecuencia psicológica de un trauma, o una casualidad sin relación.
Un texto con buenas descripciones y la muestra de que, al igual que el pelo crece, de los fracasos se puede resurgir. También se superan las desilusiones, lo que no quiere decir que no dejen huella.
Un abrazo, Rosy. Suerte
Muchas gracias Ángel, echaba yo de menos tus excelentes comentarios. Un beso, grande.
Muy bonito relato Rosy. Poco más que añadir a lo que te relata nuestro comentarista oficial de ENTC. A esta chiquita, la realidad le enseñó que no se puede creer una superior por muy bonita melena que tuviera. Al final esa melena desapareció y debió esperar a que creciera y ella continuar su vida. Lo malo o lo bueno, es que perdió la fe, quizá culpandola, no sé si me explico… ¿Sabes una cosa? Me has recordado con tu relato mi propia comunión. Tenía por entonces unas enormes trenzas y en las puntas me hicieron la permanente. Me rizaron tanto, que cuando quisieron peinarme al otro día, hubo que cortar esas escobas que la peluquera hizo y que duró un solo día. No había quién metiera el peine en aquellos rizos que casi me achicharra todo el pelo. Felicidades Rosy y mucha suerte.
Besicos muchos.
Querida Nani, a mí también me pasó algo aparecido. Me lo cortaron al día siguiente con la excusa de que no podían peinarme por culpa de tanta laca. Menuda confabulación con la peluquera.
Me agrada que te haya gustado.
Un abrazo grande.
Cuantos recuerdos me trae tu relato. Aquella primera comunión, con moño y tirabuzones, tras la cual me cortaron el pelo. Nunca lo olvidaré-
Muy buen relato, Rosy. Mucha suerte.
Besos apretados.
Hola, Pilar, empiezo a sospechar que las madres a las niñas de mi época nos dejaban el pelo largo hasta que hiciéramos la primera comunión. Ese día casi todas llevábamos un moño y casualmente al día siguiente nos lo cortaban. A mí fue esa la excusa que me dieron, «la laca». Como le digo a Nani, creo que nuestras madres se confabulaban con la peluquera, sin duda era más cómodo para ellas.
Un besazo y gracias por tus amables palabras.