43. EL AMOR ES TUERTO (Jesús Alcañiz)
Carlos me veneraba sin reservas: todo cuanto yo rechazaba en mí era objeto de su deseo. Me hacían única, decía, la deliciosa asimetría de mis senos, la suave verruguita de mi frente, mis graciosos incisivos ligeramente montados. Deja, no seas bobo, le contestaba siempre, pero él insistía con el recuento de mis peculiares atractivos: las varices sutiles de las piernas, los pequeños hoyuelos de mi celulitis, la mortecina transparencia de mi piel.
Aun así, soy consciente de que cualquiera de mis imperfecciones, tan comunes y corrientes, acabará llamando su atención en cualquier otra. Juraba y perjuraba que nunca me reemplazaría por nadie, pero yo conozco bien a los hombres. Porque Carlos no puede ser una excepción, estoy segura, y retenerlo me obliga a superar el dolor y el miedo, a traspasar todos mis límites, más allá de donde ninguna mujer se atreva a llegar; lo que sea necesario para que me siga deseando a mí sola, para siempre, por este último y, espero que definitivo, defecto.
Ese último y definitivo defecto de tu protagonista parece el miedo a perder a quien tanto le ama, el problema es que esté dispuesta a cualquier cosa, hasta a terminar con la existencia de quien tanto la quiere solo por una posibilidad sin fundamento, una mera hipótesis, todo antes de ser abandonada.
Un relato que enseña que todo tiene un límite, que el mayor defecto posible es el de no ser consciente de ello en claro perjuicio de los demás.
Un abrazo y suerte, Jesús.
Muchas gracias, Ángel. Un abrazo.
Ay, Jesús, que bien iba, lo bonito que es eso de «la belleza está en los ojos del que la mira» y qué mal rollete me ha dado ese final abierto. Mi lado más macabro se la ha imaginado amputándose un brazo o una pierna…
Bueno, con un poco de suerte nos vemos pronto (guiño codazo guiño) y me cuentas ese defecto definitivo.
Un abrazo y suerte.
Acabo de releer el titulo y ¡ya sé cual es ese nuevo defecto!
Redondo, me encanta cuando el título completa el relato.
Muchas gracias, Rosalía, me preocupa mucho que no se relacione esa decisión última con el título. Me alegro de que lo hayas entendido finalmente, me da mucho tranquilidad. Un abrazo y hasta pronto.
Lo sencillo que sería disfrutar de la compañía de la otra persona sin pensar en más. Pero es que nos complicamos la existencia con minucias y frivolidades, miedos y preocupaciones innecesarias. Esta mujer no tiene arreglo, como dirían en mi pueblo: “va a escapar mal”.
Sí, Rosa, cómo a veces nos complicamos la vida porque tanta felicidad a veces resulta sospechosa. Pero el problema no está fuera, sino en nosotros mismos, nuestros peores enemigos. Un abrazo.
Jesús, qué buen relato! Tu protagonista está dispuesta a todo con tal de retener a su amado, incluso a provocarse una «imperfección» atroz. Un amor enfermizo llevado al extremo. Me parece un relato muy potente, muchas felicidades y un abrazo!
Muchas gracias, Sara, y mucha suerte en la final de REC. Un abrazo.
El amor es tuerto, sin duda. Lo que puede llegar a hacer el amor (llamémosle amor, o posesión, etc)
Enhorabuena por tu relato y ese cierre en círculo con el título.
¡Muchas gracias, Alberto! Un abrazo.
Muy bueno, tocayo. Me ha gustado mucho tanto el micro como el juego con el título. Lo que hace esta mujer por amor, o mejor decir locura… pobre ojo
¡Muchas gracias, tocayo! Un abrazo.