101. El brindis (Antonio Bolant)
Llevaba rato esperándola en la mesa del viejo bar que aún conservaba gran parte de su antiguo aspecto. No dejaba de preguntarse si sería posible levantar palacios con los escombros del pasado, cuando la vio entrar. En ese instante detenido, supo que cualquier tiempo presente sería mejor.
Mientras se acercaba, ella notó que el revoloteo de su estómago rompía el nudo de la garganta. Él dejó de temblar cuando escuchó un ‘cuánto me alegro de verte’ sobre la mejilla. Ambos habían cambiado, no demasiado por fuera, muy poco por dentro.
La conversación rompió con facilidad el dique de los recuerdos, la añoranza se disipó y ambas vidas volvieron a confluir frente a unos entrantes que la fuerte corriente del primer plato depositó sobre un dulce postre. Fue entonces cuando decidieron impedirle al tiempo apropiarse también de la distancia.
Levantaron sus copas, y tras la melodía de cristales, burbujas de deseos compartidos descendieron por las envejecidas gargantas hasta albergarse en el corazón de la sobremesa.
¡Cuánto amor!
Suerte.
Sonrisas mil
Manuela
Muchas gracias por comentar, Manuela.
Un saludo
Segundas oportunidades que saben tan bien como las primeras. Me ha gustado mucho.
Suerte, un abrazo
Cierto, ¡Qué dulces son las segundas oportunidades!
Gracias Asunción.
Un abrazo.
El doble y paralelo tema que se nos proponía: la tristeza y la nostalgia, tú has tenido la genialidad de abordarlo en sentido contrario, como dos sentimientos que durante mucho tiempo anidaron en dos personas, separadas por las circunstancias, pero a cuya distancia dolorosa el presente pone remedio, y no al contrario.
La crónica de un reencuentro con el broche de un brindis, la alegría de materializar, al fin, lo que no pudo ser, todo ello con una prosa que, marca de la casa, resulta una delicia.
Un abrazo y suerte, Antonio
¡Qué bien lees, condenado! El mejor broche para cualquier texto es descansar sobre comentarios como los tuyos, Ángel.
Gracias de nuevo por pasarte a dejar tus cálidas impresiones.
Un fuerte abrazo, compañero.
¡Genial! Un reencuentro de amor que, entre algodones, el tiempo ha custodiado. La nostalgia se vuelve esperanza, la tristeza, futuro. Un placer leerte, Antonio. Un abrazo y suerte.✍
«La nostalgia se vuelve esperanza, la tristeza, futuro» Qué bueno, Salvador. En una sola frase, toda la esencia del relato.
Mil gracias por tus palabras.
Un fuerte abrazo.
En los tiempos que corren poner las cosas al revés y comprobar que puede sr fácil la reconciliación, un volver a verse, a tocarse; descubrir otros pasados o verlos de otra manera, digerir quien uno es y volver a tener una mejor relación, sea cual sea, siempre anima y te hace confiar a ratos en el ser humano. Esperanzador, suerte.
La capacidad de sorprendernos es una gran cualidad de la vida, pero es nuestra actitud la que puede convertir esa sorpresa en buena o mala.
Gracias por pasarte y comentar el relato, Manuel.
Un abrazo.
Un bello texto que fluye como el menú y burbujea ante nuestros ojos.
Como siempre, una delicia leerte, Antonio.
Un beso.
Carme.
Muchas gracias, M.Carme, Gracias por decirme que te ha gustado.
Un besazo.
Querido Antonio, tus relatos están dotados de un ritmo y sus frases de una musicalidad que siempre me proporcionan un inmenso placer cuando los leo.
Dar la vuelta como a un guante a la tristeza y la nostalgia con un mágico encuentro me parece que da muchísimo brillo a esa historia, y me deja con el corazón encogido por la emoción, por ver la escena, escuchar esa melodía de cristales y sentir cómo laten los corazones de tus protagonistas. También me emociona volver a leerte. Es muy terapéutico para mí leer a escritores con un gusto tan exquisito exquisito por cada palabra que emplea como lo haces tú.
En fin, Antonio, eres un genio que mueve sentimientos con tu pluma y, como no podía ser de otra forma, con este relato lo has vuelto a hacer.
Un fuerte abrazo y mucha suerte. Yo ya la he tenido por toparme con esta maravilla.
Qué decirte, Pablo. Eres de las pocas personas que conozco que hablan a corazón abierto, de las pocas que son capaces de aparcar sus prejuicios y entrar en mundos ajenos con la mirada de un niño, con la sensibilidad de los gigantes.
Gracias por estar ahí.
Un fortísimo abrazo.