52. El Canario (Edita)
Es cierto que estábamos hartos de los gorjeos agudos procedentes de la casa del vecino; no conocíamos de él ni su nombre, solo el mote; debía todas las cuotas de los cinco años que llevaba en nuestra comunidad… Pero el silencio absoluto, presagio de algo extraño, nos movilizó. Tres días después de oír el último trino, en una junta vecinal de urgencia, decidimos intervenir.
Más que las toneladas de trastos y basura que encontramos al forzar su puerta, sorprendían las jaulas abiertas y la cantidad de pequeñas aves amarillas esparcidas por el suelo. Algunas tenían la cabeza arrancada. No tardamos en encontrarlo semienterrado entre ropa y pájaros muertos. Un canario estrangulado permanecía entre sus manos agarrotadas. Fue en ese momento cuando entendí la razón del sobrenombre.
Atónitos, comprobamos que todavía respiraba, y surgieron las dudas: unos, como yo, propusimos acabar de enterrarlo en su propia tumba y tapiar la puerta; otros, la mayoría, decidieron llamar a emergencias sin opción a réplica. Desde entonces, reniego de la democracia.
Hay mentes enfermas, asociales, incapaces de vivir en colectividad bajo unas mínimas normas de respeto, anacoretas modernos. Algunos, como el de tu relato, de lo más peculiar y extraño. Una persona así, del todo insolidaria, sin el más leve atisbo de humanidad, empatía y respeto, solo puede causar recelos y hasta problemas. Pese a todo, no deja de ser un ser humano y, como tal, digno de atención y cuidados, merecedor de un trato humanitario que él nunca hubiera dado a nadie. Puede que, con ello, no le hiciesen ningún favor, tal vez él buscaba la misma muerte que propició a los pajarillos que le acompañaron, pero la sensación de hacer lo correcto y de la conciencia tranquila es importante, para todos, excepto para el narrador, que tiene otra opinión muy diferente sobre la decisión a tomar con este personaje.
Una historia muy original y con mensaje final sobre los fundamentos de la democracia, el mejor de los sistemas posibles, aunque, como dice el refrán, nunca llueve a gusto de todos.
Un abrazo y suerte, Edita
Muchas gracias, Ángel. Solo por tus comentarios, ya merece la pena escribir.