26. EL COLOR DE LA TRAGEDIA (A. Barceló)
En 2025 la tecnología era la llave del dominio mundial. El sistema impedía que absolutamente nadie pudiera vivir al margen. Los algoritmos eran la clave para dirigir el destino de la humanidad. Todas las almas vivientes podían ser monitorizadas y teledirigidas. Un grupo selecto y heterogéneo de magnates denominado “GUIDE” ejercía, en la sombra, un poder absoluto.
El quince de junio a las cuatro de la tarde, en las instalaciones del Centro de Supercomputación y Teledirección Global situado en un lugar secreto e indetectable del Pacífico, todos los testigos luminosos de la Terminal Cuántica Madre se iluminaron en rojo. Los especialistas encargados del funcionamiento y la integridad de la infraestructura se sintieron aterrados. El sistema de alarma se había instalado como algo anecdótico, era imposible que algo o alguien fuese capaz de sobrepasar la barrera de seguridad basada en CBTIA (cripto-biotecno-inteligencia-artificial), al menos, algo o alguien del planeta Tierra.
Tuvo que llegar alguien o algo externo al planeta para que los humanos se diesen cuenta de que habían perdido eso que calificaron un día como «libre albedrío», o la capacidad para intentar dirigir, en lo posible, su propio destino. Es probable que esa tecnología evitase males mayores, como toda forma de violencia, o demás hechos incontrolados que siempre han sacudido la Historia, pero tal vez ese no era el camino y la verdadera tragedia no fuese ese color rojo de alarma extraterrestre, sino el sometimiento de millones de personas al plan maestro de unos pocos, elegidos por sí mismos como jugadores en un tablero en el que la mayoría queda relegada a simples piezas, todos peones, además. En ese sentido, los alienígenas, más que invasores, podrían ser más bien libertadores. O tal vez ese grupo selecto tenía razón y la única forma de que la Humanidad pudiera progresar sería ese control férreo.
Un relato muy interesante y muy imaginativo sobre un futuro que hace pensar, con el mensaje de que resulta imposible controlar todo, que siempre hay factores que pueden desbaratar cualquier cosa en cualquier momento, por sólida que creyésemos que era.
Un abrazo, tocayo. Suerte
Hola, Ángel. Creo que has sintetizado perfectamente muchas de las inquietudes propias que pretendo mostrar a través de este relato.
Hace unos días leía en «El País» un artículo de un escritor israelí llamado Yuval Nohah Harari titulado «Los cerebros ‘hackeados’ votan» que me impresionaba sobremanera. Me ha sorprendido tu comentario, porque, al igual que este escritor, tú también hablas de «libre albedrío». Todos estamos al tanto de cómo las nuevas tecnologías han invadido nuestra intimidad, pero damos por buenas las ventajas y obviamos los inconvenientes y los peligros.
El rojo es un color tan intenso y vistoso que, a menudo, se utiliza para resaltar la existencia de amenazas o riesgos ciertos, es inevitable no ver que estos temas están al rojo vivo.
Gracias por compartir conmigo tu siempre clara y precisa visión de las cosas. Un abrazo.
Hola, Ángel. Aunque no soy especialmente aficionado a la ciencia ficción, he leído tu relato varias veces y, curiosamente, a pesar de que creo que parece estar escrito para ser leído de modo «normal», era como si me viera obligado a acelerar esa lectura. Puede que fuera por este terror soterrado bajo tanto control. También me ha recordado a esas explicaciones introductorias que en algunas películas nos ponen en antecedentes. A tu relato le va como anillo al dedo, da la impresión de que la historia empieza al terminar la lectura y que a nosotros nos tocara «elegirla». Buen relato. Suerte, Ángel.
Hola, Jesús, estimado amigo. Creo que una explicación a la necesidad de acelerar la lectura del relato podría ser la inercia en la que nos encontramos inmersos. Todo sucede a una velocidad vertiginosa y no tenemos tiempo de adaptarnos a los cambios tan grandes y complejos que se están produciendo. Lo que cuento, en realidad, podría no tener tanto de ciencia ficción, es más, como explico en la respuesta al comentario de Ángel, hay autores que ya nos están alertando acerca de determinados peligros.
Muchas gracias por tu favorable comentario. Un abrazo.
Hola, BARCELÓ. Como decimos aquí en Argentina, «A Seguro se lo llevaron preso»; de ahí que entienda el terror de los especialistas ante esa alarma roja que habían instalado anecdóticamente, confiados en que el sistema era infranqueable, sin contar con los extraterrestres (se nota que los señores especialistas no vieron el programa «Alienígenas Ancestrales» que dan en el History Channel,jaja).
Bromas aparte, tu micro me retrotrajo a unas cuantas distopías, algunas leídas y otras estudiadas en mis tiempos del profesorado: «Un mundo feliz», «1984», y la última de Paul Auster, que hace muy poco leí y que definitivamente recomiendo leer: «El país de las últimas cosas». Me gusta la ciencia-ficción, y este micro de final abierto a tantas posibilidades (a cada una las pondrá el lector) no ha sido la excepción.
Me gustó más que mucho.
Cariños,
Mariángeles
Querida Mariángeles. No sé por qué me salió este relato de ciencia ficción. Escribo por impulso, no me planteo lo que voy a hacer, me siento delante del ordenador y… Sé que es un método algo anárquico, pero es lo que me sale y, a menudo, el subconsciente me lleva a temas que me pellizcan la curiosidad, la inquietud o el alma en ese momento. Del rojo salió esto y ahí queda.
Estoy mucho más que agradecido de contar con tu simpatiquísimo y positivo comentario. Te estimo, querida amiga. Cariños para ti también.