Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

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18. EL CONGRESO

El estrépito era ensordecedor. El Congreso de Energúmenos se encontraba rebosante de caras enrojecidas, dedos enhiestos, ojos desorbitados. Todos aullaban a todos.

“Majadero, hediondo, malnacido, chupasangre, zampabollos, sanguijuela, botarate, mastuerzo, canalla, bocachanclas, cenutrio, cantamañanas” se ladraban al oído.

Entre tanto insulto sobresalían frases de ilustres personajes.

“Se sienten coño”, vociferaba uno con sombrero de charol negro. “Viva la muerte”, ese tuerto lleno de condecoraciones. “Devuélveme mis legiones”, aquel romano emperador. “Mein kampf”, el del bigotillo ridículo.

“Idiota, tontolnabo, imbécil, ladrón, patán, asqueroso, zoquete, alfeñique, palurdo, bogomilo” mugían sin cesar mirando de reojo a los egregios.

“Aur aur desperta ferro”, bramaban fieros guerreros. “Muera la inteligencia”, el mismo tuerto. “Por qué no te callas”, uno con corona. “A por ellos”, algunos salvapatrias.

Alborotaban, abucheaban, berreaban, rugían, pataleaban, intentando vencer siempre al enemigo en tono, volumen y exabruptos.

De pronto, por encima del caos, surgió una enorme, potente, modulada y formidable voz proveniente de un venerable anciano que observaba la escena desde la distancia que otorga la sabiduría:

• “A la mierda”, clamó.

Un sepulcral silencio cubrió la sala. La jauría bajó la cabeza dando por concluido el concilio.

El honorable sabio salió en solitario, meneando la cabeza, ayudándose de su viejo bastón.

4 Responses

  1. Ángel Saiz Mora

    Sin ánimo de personalizar, estamos demasiado habituados a ser testigos de la ira convertida en exabruptos verbales de representantes de la colectividad, dardos arrojados de forma pública, sin pudor ni respeto contra piensa diferente. Dicen que hablando se entiende la gente y que de la discusión y contraste de pareceres brotan las soluciones colectivas, aunque a veces todo degenera y la estrategia busca cualquier cosa menos el bien común, de ahí lo que clama el último personaje, hastiado de palabrería punzante y hueca, con un silencio final que, la verdad, a veces es de agradecer.
    Un saludo y suerte, Pablo

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