44 EL CONSTRUCTOR DE HISTORIAS (IsidrøMorenø)
Se acercaba Halloween y aún no tenía relato para el dominical del periódico. Me propuse escribir sobre un trozo de historia que, hacía poco, había oído vagamente por la radio. Esa noche anoté algunas ideas, pero era muy tarde y las musas estarían dormidas o, simplemente, me ignoraban.
Ya en la cama seguí imaginando historias de sombras que habitaban la vivienda y que, como imperfectos hologramas, se me aparecían y se desvanecían, primero en el pasillo, luego, en cualquier otra estancia. Las fugaces sombras siempre eran de dos fornidos varones cuya presencia yo percibía por el ruido de su respiración, o veía por el rabillo del ojo unas cimbreantes líneas de siluetas o, directamente, me topaba con las sombras negras; a veces más negras que la oscuridad del pasillo.
Mi esposa me despertó de aquella aterradora pesadilla. No volvimos a comentar nada sobre ese tema. Me propuse que nunca más me iría a la cama con historias de terror en mente.
Una semana después, me he sentado a escribir el relato para el periódico. Tengo angustia. Sé que ahora están detrás de mí. Percibo su frío aliento en mi nuca, pero no me atrevo a mirarlos desde hace una semana.
Tener imaginación está muy bien, el problema es cuando los límites entre realidad y fantasía, en este caso con mieditis incluida, se difuminan.
Al menos, el relato que pretende escribir ha de salirle terrorífico por fuerza, el tuyo tampoco anda escaso de ello.
Es curioso que con el tema del miedo, que yo recuerde, nadie haya ambientado hasta ahora su historia en Halloween.
Un abrazo y suerte, artista
* Muchas gracias, querido amigo, por tus generosos, personalizados y puntuales comentarios. Te llamas Ángel y no es por casualidad.
Lo peor de mi relato es que es cierto. (1)
Un fuerte abrazaco, Ángel.
(1) Es medio broma.
Tu personaje es muy sensible y se contagia del pánico del ambiente Halloween: calaveras, esqueletos, brujas y demás difuntos que nos recuerdan el futuro, para hacerlo de algún modo presente.
Mucho miedo y mucha suerte por tu estupendo relato.
Besito y saludo virtual.
No sé si el personaje estaba contagiado por el ambiente Halloween o quizás, y más probable, por la obsesión de tener que escribir sobre el miedo. Sabes que cuando la inspiración no llega lo que sí puede llegar es la obsesión en mitad de la búsqueda.
Muchas gracias, amiga, por leer y comentar.
Un abrazo fuerte.
¿Quién dijo que las musas deban ser entes amables que siembren de coloridos pétalos el camino de nuestra inspiración?
Pues no, amigo mío. Pueden ser seres terribles, y deben serlo si pretendemos que estimulen el lado más oscuro de nuestra imaginación. Y esto último, imaginación, es lo que abunda en este estupendo relato tuyo, con un final que pone a flor de piel uno de los miedos más ancestrales, el de las pesadillas hechas realidad.
Fantástico, Isidro. Me ha gustado mucho.
Un abrazote.
Muchas gracias, Antonio, por tu gentil comentario que, con sorpresa y alegría, he leído dos años y pico después mientras buscaba en el baúl de mis relatos de ENTC.
Reitero mi agradecimiento y te envío un abrazo aunque imagino que jamás leerás esto ni tú ni nadie, porque es lo que tienen los «baúles de recuerdos», que solo son recuerdos para su dueño, pero con el convencimiento de que algún día acabarán en una hoguera.
Un abrazo, querido lector.