41. El cuento del hombre del saco (Alberto Moreno)
- Me crea ansiedad verte así, enano. Yo también odio el anochecer, ya lo sabes –le digo.
Luego, como él aún no sabe leer, empiezo a contarle ese cuento cuyo protagonista nos recuerda a nuestro padre, y a veces extraigo la funda de la almohada para teatralizar con ella las escenas. Hacerlo me ayuda a relativizar. Es como… una terapia de choque. Aunque sé que a mi hermano le aterra que imite esa voz, o que repita algunas de las frases que ambos escuchamos aquella noche: “¡Ven, ven aquí!”, “¡no huyas, no tienes dónde ir!”… Pero le digo que no llore, que hay que ser valiente. Todo ha cambiado mucho desde entonces. Mamá, que era idéntica a mi hermano, murió. Nuestra abuela, sorda y vieja, trata en vano de cuidarnos. Y de papá no volvimos a saber nada. Aunque a veces siento como si flotara muy cerca.
Después, le abrazo, le digo que el monstruo no atacará y, para que se relaje, lanzo lejos la funda que hacía las veces de saco. Así, mientras se duerme entre sollozos, con el relleno de la almohada yo puedo ir cubriendo lentamente su estúpida cara. Despacio, apretando un poco más cada noche.
Madre mía, qué miedo!! Y ese final…
La idea de que existiera de verdad el hombre del saco siempre me aterró de niña 🙂
¡¡Suerte!!
Un saludo.
Guau!!! Qué bueno!!! El giro final está muy logrado. Felicidades!!!
Un relato que podría ser el origen del famoso hombre del saco, un personaje de leyenda con el que los adultos dan miedo a los niños cuando interesa que se sometan, pero toda leyenda, dicen, tiene su parte de verdad y todo tiene un origen.
No existe peor enemigo que aquel que parece lo contrario y es el más cercano.
Una historia con un terror in crescendo, con una frase final que no augura nada bueno y deja un peso en la garganta.
Un abrazo y suerte, Alberto
Mil gracias, Sara, Vasco y Ángel, por vuestros comentarios y palabras de apoyo.
Un abrazo.
Alberto, que historia tan cruel. Saludos
Gracias Calamanda. Un saludo