5. El descanso
El tren paró junto a un bosque helado.
—Ya hemos llegado, mi amor —dijo la mujer—. Sé que en verano este lugar es más hermoso. ¿Lo recuerdas? —Apretó aún más fuerte la mano de su esposo—. No, no lo recuerdas —Palmeó la cara del hombre para despertarle—. Vamos, cariño. Tenemos que bajar.
—Señores —dijo un joven de cresta roja detrás de ellos —. ¿Bajan sin abrigos? ¡Hace un frío de cojones!
Ella lo ignoró y guio a su esposo por el pasillo.
—¡Señora! —gritó el muchacho. La mujer se volvió y lo encontró frente a ella—. El bolso —Se lo ofreció—. ¡Cómo pesa! ¿Lleva una pistola?
La mujer lo cogió y le dio las gracias sin mirarle.
—¿Adónde van? ¿A echar uno rápido?
—¡Que te jodan! —La anciana le mostró el dedo corazón—. ¡Y córtate esos pelos o no encontrarás novia!
El chico soltó una carcajada y regresó a su asiento.
—¡Qué viejos más heavies! —murmuró.
Desde su ventanilla los vio entrar en el bosque. La mujer amarraba con fuerza el bolso con una mano; la otra sujetaba el brazo de su marido. En pocos minutos, ambos se difuminaron y pasaron a formar parte de la escarcha del arbolado.
Un trío de personajes entrañables y diversos, en cuyo contraste radica uno de los méritos de este relato, que dice mucho sin necesidad de manifestarlo de forma expresa. De la naturaleza venimos y a ella volvemos, en este caso, formando parte de la escarcha. Los diálogos, que por momentos rozan lo desternillante, están muy bien llevados y aportan datos sobre lo que será el desenlace. Poco les importa el frío cuando van a dejar de sentir en breve, complementado con la pistola. El joven de cresta roja será rebelde, pero también cercano y noble (podría haberse quedado con el bolso). La anciana, pese a vivir sus últimos momentos, no puede por menos que dar un consejo de buena fe al jovenzuelo. El marido actúa igual que siempre lo hizo: como sidecar unido a una moto potente.
Divertido, dramático y bien contado.
Un abrazo
Una historia de amor inmortalizada en una foto y en tu relato. Precioso relato, de veras. Como han mencionado por ahí, tuve una idea muy muy parecida, pero no la llevé a término. Y me alegro de ello. Tu texto es tierno, evocador y hermoso.
Un abrazo.
P.D.: por error he publicado esto comentario a otro relato. Lamento la confusión. En realidad me refería a tu «El descanso».
No puedo eliminar el comentario anterior, así que lo indico por aquí. Y rectifico en parte lo que mencioné. Me lié con los textos, y sobre todo con los títulos. Prometo que éste es el correcto.
Me gustan mucho los tres personajes, sobre todo el joven y la mujer con su respuesta airada. Pero el bolso cobra un peso en la trama que no acabas desvelando, lo cual a mí me decepciona un poco. Un final demasiado abierto, a mi entender. Lo cual es una lástima. Eso sí, los diálogos me agradan mucho. Un abrazo.
Vicente, los diálogos los has bordado, muy naturales, la historia se enriquece con este final abierto.
suerte y saludos
Muchas gracias por vuestros comentarios.
Muy buen relato Vicente. Ese final abierto me hace pensar ¿en un descanso infinito? De todas maneras me ha gustado mucho. Suerte.
Besicos muchos.
Me gusta por lo ágil y original.
Abrazos otoñales.