54. El doctor André y Mr Hyde
André, como cualquier coleccionista que se precie, cogía aquello que le obsesionaba y le privaba de libertad. Otros coleccionistas más desconsiderados se limitaban a acumular en polvorientos montones sus posesiones, solo por el placer de acaparar. Pero André no era de ese tipo. Él elegía las mejores celdas, hermosos frascos de cristal que exhibía en elegantes anaqueles. Luego se sentaba en su sillón de cuero, desgastado por el uso pero de una comodidad intachable, encendía su pipa y las contemplaba durante horas. Y es que André no era un coleccionista cualquiera.
André coleccionaba palabras.
Salía de su casa, cazamariposas en mano, y se apostaba en cualquier esquina, tras cualquier conversación, para atrapar al vuelo las palabras más bellas, las más raras, las más cultas. Cualquiera que se saliera de lo mundano le fascinaba. Como también le fascinaba la boca que era capaz de hacer brotar semejantes proezas. Las poseía, las besaba, exprimía toda su esencia hasta dejar un cuero seco y rasposo del que era incapaz de separarse. De esta manera, André, sin darse cuenta, se acabó convirtiendo también en coleccionista de amantes. Del tipo de coleccionistas que acumulan sus posesiones en polvorientos montones. Solo por el placer de acaparar.
Alguien capaz de tener una sensibilidad especial para apreciar las palabras puede ser, a la vez, un verdadero monstruo, como el personaje del doctor Jekyll y Hide al que se alude en el título, solo hay que cambiar al primero por tu protagonista, André. Esa aparente contradicción se dio en jerarcas nazis, capaces de emocionarse con una ópera, mientras exterminaban sin compasión a seres humanos.
Un relato sobre un coleccionista que vive en una dicotomía llena de contrastes, en la que conviven un original amante de las palabras y un peligroso psicópata.
Un saludo y suerte, Jean
Muchas gracias por pasarte por mi relato y dejar tu comentario, Ángel.