53. El espejismo
Cada mañana va a la playa o a la obra, según, y trae consigo otro puñado de arena. Hoy lo vierte en el saloncito. La arena ya cubre la mesa y las sillas del comedor, el sofá, la cama. No parece tener intención de parar. El hombre del desierto lo añora de tal manera que pone la calefacción de día y el aire acondicionado por la noche. Compra dátiles y té, pero no es lo mismo. Prefiere beber el agua de los cactus que ha plantado. Trajo de la feria de Navidad unos camellos de terracota y los distribuyó por las diferentes habitaciones de su piso de treinta metros cuadrados. Pero tampoco fue lo mismo. Se siente frustrado. Frotar la lámpara del anticuario no le permitió cumplir su deseo de volver a comandar caravanas, de pasar las noches al raso. Ni siquiera pudo pedirle al genio improbable la presencia de la hija de un visir que aliviara su soledad narrándole un cuento oriental noche tras noche. Comprende, desolado, que lo que fue nostalgia ahora es dolor. Y entonces decide que mañana, camino de la playa, parará en la tienda de animales exóticos y comprará un escorpión.
Qué buena historia. Árida como ella sola para el protagonista, chispeante y original para el lector. Este beduino reciclado a urbanita y desubicado, que por rememorar el sur ha perdido el norte, solo podía tener un final acorde a lo que le pide el cuerpo y tanto echa de menos, y una historia con un título que le viene al pelo, pelo de camello, claro.
Un abrazo y suerte, David
Ay, David, qué preciosidad de micro. Con ese hombre del desierto intentando meterlo en casa con todos los medios a su alcance. Y la lámpara del genio, y la caravana, y la hija del visir, y las mil y una noches. Es muy bonito, y el final es dramático, pero magistral. Fantástico.
Un abrazo y suerte.
Aunque la escena desde fuera pueda resultar cómica: un piso enano lleno de cachivaches y arena por todas partes, por dentro es desgarradora. Ese intento de trasladar el hogar añorado a este nuevo lugar en el que el protagonista se siente completamente desubicado hasta comprender que no va a ser suficiente… Me ha gustado mucho. Un abrazo fuerte y mucha suerte, David.
Gracias por vuestros buenos deseos, queridos. Celebro que hayáis disfrutado con la historia de este hombre del desierto. ¡Abrazo de vuelta!
Hola David:
Encantador y emotivo. La añoranza llevada al extremo de la magia, el surrealismo… Y la tragedia.
Enhorabuena y mucha suerte
Gracias por tu comentario. Mis mejores deseos también para ti, Alberto.
Este relato se va al libro a lomos de camello de terracota o de escorpión si hace falta. Un abrazo, David.
Jajaja, gracias, Ana, por tu generosidad.
Abrazo de vuelta, querida.