23. EL HOMBRE QUE SUSURRABA A LAS BICICLETAS (Salvador Esteve)
Su padre le inculcó el amor a las bicicletas, su mecánica; su madre, el amor a las personas, sus engranajes emocionales. Pasados los años, anciano ya, sigue trabajando en su pequeño taller. Las bicicletas se amontonan destrozadas por la guerra, él les devuelve la vida. Las minas antipersona le han especializado en adaptarlas para niños que, en su ansia por descubrir nuevos territorios de juego, perdieron brazos, piernas y esperanzas.
El cuerpo de Arun no estaba mutilado, pero su mente saltó por los aires junto a su hermana y su mejor amigo. Ha dejado de reír, hablar, vivir. Su madre pide ayuda. El viejo mecánico sabe que poco puede pagarle; frecuentemente solo cobra una sonrisa de gratitud y siempre devuelve el cambio.
Trabajó toda la noche. Encontraron su cuerpo sin vida junto a una bicicleta de vivo color, de sólida alma y una cesta para los libros; parecía feliz.
El séquito que acompañaba al féretro pasó cerca del hogar del pequeño. Este se acercó a la bicicleta. En la barra del cuadro leyó: “Pedalea hacia tus sueños, vívelos”. Las lágrimas, al fin, fluyeron libres.
Cuando llegó a la comitiva el timbre de su bicicleta se unió al de otros muchos.
¿Y cómo desenredo ahora este nudo que me ha quedado en la garganta?
Edita, la finalidad del relato, aparte de una crítica de la barbarie de las minas antipersona, era emocionar, por lo que tu expresivo comentario me hace feliz. Muchas gracias. Abrazos.
Salvador, es buenísimo; como su título es de guion cinematográfico. Yo escribiría un libro con esta trama. Enhorabuena otra vez más por tus preciosas y emotivas letras.
Lorenzo, cuando me puse a pensar sobre el relato me vino a la mente el título y ya fue imposible quitármelo de la cabeza; la historia se fue moldeando, poco a poco, alrededor de él. Muchas gracias por tus amabilísimas palabras. Abrazos.
Un hombre bueno de principio a fin, alguien que ama lo que hace y a las personas a las que va dirigido su trabajo, que termina por recibir lo que tan generosamente ha dado, la prueba es ese séquito de bicicletas que le acompaña en su último viaje, un coro de timbres como muestra de respeto y cariño.
No sé si atreverme a poner algún adjetivo para calificar tu relato, quizá diría emotivo, pero pienso que se queda corto; sí te digo que he disfrutado mucho con su lectura.
Un abrazo y suerte, Salvador.
Ángel, muchas gracias por tus palabras. Como le he comentado a Edita, que fuera emotivo era una de mis pretensiones. Que lo haya conseguido y lo hayas disfrutado es ya para mí un premio. Abrazos.
SAlvador, preciosa historia. Qué película más buena podría filmarse con este guión. Lo has bordado, fantástico.
Blanca, la realidad, tristemente, siempre superaría la ficción. Muchas gracias por tus generosas palabras. Abrazos.
Una historia que habla de amor por un oficio, por la grandeza de las cosas sencillas que sanan el alma. Triste pero esperanzador.
Muchas gracias, Paloma, por tu visita y comentario. Cierto, se ha conjugado el amor a su profesión y a las personas, una máxima que definía su vida. Abrazos.
Gran relato. Gran persona.
Emotivos sentimientos que derrochas. Parece que oigo el timbre de la comitiva de bicis rendir un homenaje a quien tanto dio por ellas y por quien deseaba montarlas.
Buen relato. Suerte.
Un abrazo.
Mª Belén, muchas gracias por tu comentario. Cuando en mi mente escucho el timbre siempre imagino que el homenaje y las gracias se las dan por igual personas y bicicletas. Abrazos.
M. Salvador, la historia es bella y podría dar para mucho. tu la has condensado de forma preciosa y precisa. suerte y saludos
Calamanda, muchas gracias por tu visita y tus siempre tan amables palabras. Abrazos.
Vaya no me imaginaba yo que el tema de las bicicletas iba a traer escenarios tan tristes como los que estoy leyendo, como el que acabo de leer, el tuyo Salvador, innegable la armonía y la belleza. Buen verano. Feliz bicicleta.
Mercedes, una de las cosas que más me gusta de ENTC es comprobar cómo una idea o una palabra como punto de partida hacen aflorar tanta diversidad de historias y emociones. Muchas gracias por tus palabras. Abrazos.
Bella historia de artesanos y personas generosas, necesitamos mucho de esto hoy en día, así que ha sido un placer leerte. Felicidades y gracias por estas letras tan tiernas.
Belén, sin duda personas como el protagonista hacen que tengamos esperanza. Muchas gracias por tus amables palabras. Abrazos.
Hola, Salvador.
Hay grandes personas en el mundo y este remendador de bicis podría ser uno de ellos.
Preciosa historia enmarcada en un clima cotidiano para tantos y tantos niños que crecen entre bombas y minas…
¡Precioso y emotivo1 Directo al corazón.
Un abrazo enorme.
Towanda, estoy totalmente de acuerdo contigo, no hace falta hacer grandes hazañas para ser importante, la notoriedad y grandeza están en las pequeñas acciones. Muchas gracias por tus palabras. Abrazos.
Enhorabuena Salvador por el magnífico relato. Sensibilidad y belleza literaria que fluyen de la mano hasta el final.
Suerte,
Ton.
Ton, muchas gracias por tus halagadoras palabras, feliz de que te haya gustado. Abrazos.
Que buen sabor deja tu prosa, un alegato a la vida, el reconstruir lo que dejó la barbarie y el reconocimiento de quienes lo conocieron. Hermoso.
Un abrazo y suerte Salvador.
Cierto, Luis, he querido plasmar que también hay esperanza entre tanta destrucción. Muchas gracias por tu visita y tus palabras. Abrazos.
Precioso, Salvador. Mucha suerte y un abrazo.
Agradecido por tus palabras y visita, Eva. Abrazos.
Tocas un tema muy desagradable como el de las minas que siguen mutilando niños tras las guerras, pero nos pones al lado la virtud de un hombre bueno, capaz de morir con una sonrisa en la boca por el trabajo bien hecho.
Abrazos, Salvador
Javier, un tema ciertamente espeluznante, y en contraposición, como tú bien dices, un hombre bueno con toda la grandeza que ello supone. Muchas gracias por tus palabras. Abrazos.
Creó que tienes una buena historia pero para un relato más largo, aquí, quizás deberías haberte centrado más en menos. En fin, cosas mías. Pero vamos, que me gustado.
Ximens, siempre tomo nota de tus observaciones, pero a veces la historia te lleva de la mano hasta el final. Me alegro de que te haya gustado. Abrazos.
Hola Salvador.
Qué elogio de la calma, de personas que cuidan a personas…del trabajo no alienado, pagado con sonrisas.
¡Muy bonito, enhorabuena y suerte!
Cari, la felicidad que veía en los niños y familiares era para él pago suficiente. Muchas gracias por tu visita y tu comentario. Abrazos.
No estoy muy parlanchina hoy, solo decirte que me has emocionado, mucho.
Un abrazo.
Rosy, no hace falta decir más; si te ha emocionado es ya para mí un premio. Abrazos.
Por lo que entiendo murió haciendo lo que mejor sabía hacer y lo que más amaba, seguro que se fue feliz. Ese niño encontró, como otros muchos, un motivo para volver a vivir, trabajo bien terminado, como tu relato Salvador, un final que te deja con ganas de más. Suerte con él.
Yashira, lo que se hace con amor se transmite, y al final las pequeñas cosas son las que nos encauzan y nos motivan en la vida. Muchas gracias por tus palabras. Abrazos.
Todo el relato es un recorrido por los sentimientos que afloran, ante un realidad tan bárbara y cruda como las minas.
Una descripción precisa y muy elaborada, en un personaje entrañable.
Muchísima suerte
Cierto, es una realidad dantesca, inconcebible en mentes racionales. Muchas gracias por tu comentario, María Jesús, y encantado de que el personaje te haya parecido entrañable. Abrazos.
Un relato grande, un personaje entrañable que pide algo más de extensión. Has construido un micro enorme, Salvador. Gigante en emoción.
Mucha, mucha suerte.
Izaskun, muchas gracias por tus palabras. Intenté que el protagonista del relato fuera la emoción, por lo que me hace feliz tu comentario. Abrazos.