Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

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46. El hombre y la Tierra

Recojo el cuerpo de la pequeña Mena y lo llevo hasta la fosa que he cavado junto al sauce. Un sonido familiar llama mi atención al colocarlo dentro. Miro a la copa del árbol, busco inquieto por las ramas, confirmo lo que suponía: Son los primeros zorzales. Esta vez el otoño sí llega puntual. Empiezo a echar paladas de tierra con ánimo recobrado. También se oyen petirrojos y currucas. Y bisbitas.

Al acabar, esparzo hojas secas sobre el suelo removido y me quedo fuera un rato más, inspirando con energía el aire frío de la tarde. Entro en la cabaña frotándome las manos y echo un tronco a la hoguera. Ugba y Kuro gimotean todavía recostados sobre el jergón. Pronto se sentirán mejor. Agradezco el calor del fuego, el resguardo de las paredes.

Me quedo asomado al ventanuco hasta que oscurece, mirando los animales que salen a esas horas. Pienso en la mies arruinada por las plagas. Y lloro por la niña. Rezo para que nuestra ofrenda halague al dios de la cosecha. No hay lugar para el pesar. En el sacrificio expía también la culpa por haberlo realizado. Ugba estuvo de acuerdo con mi decisión casi hasta el final.

 

16 Responses

  1. Andrés Molina

    Enrique, me da angustia č vez que lo releo.
    Pero así somos con nuestros miedos.
    Me encanta el modo de describir la escena.

    1. Enrique Mochón Romera

      Muchas gracias por comentar, Carlos. Por lo visto este tipo de ofrendas era bastante corriente en muchas culturas antiguas, de hecho, como sabrás, sacrificio quiere decir hacer cosas sagradas. Claro que hay que mirarlo con la perspectiva del tiempo para entenderlo, y tener en cuenta ese miedo que dices, provocado por el desamparo y la soledad, entre otras cosas. Aunque tampoco hay que irse hacia atrás para comprobar la cerrazón que provoca en muchos casos la fe. Me alegra que te haya gustado. Un abrazo, amigo.

    2. Gloria Arcos Lado

      Este relato rezuma sinrazón y fanatismo, tanto que lleva al protagonista a sacrificar a la que parece ser su propia hija, con la esperanza de conseguir una buena cosecha que les ayude a sobrevivir, y todo ello sin remordimientos. Esto es, según mi punto de vista, lo que hace que este micro sea tan duro, Enrique.

      1. Enrique Mochón Romera

        Sí que es un relato duro, no sólo para nuestro modo de ver las cosas ahora, sino para cualquier persona de esta u otra época. Cuesta entender que fuera una conducta común en el inicio de las civilizaciones humanas, lo mismo que me ha resultado difícil meterme en el pensamiento del personaje (y el caso es que ya llevo un par de relatos parecidos, jajajja). Muchas gracias por pasarte y por tu sensible lectura, Gloria. Un abrazo muy fuerte.

  2. Ángel Saiz Mora

    El miedo es una fuerza poderosa, puede conducir a los hombres a forjar recursos ficticios, humo al que aferrarse, que a fuerza de repetirlo se convierte en firme creencia, como la de estar convencido que con un sacrificio inhumano y absurdo se puede conjurar el peligro de una mala cosecha.
    Desde el principio sabemos que el protagonista ha enterrado un cuerpo, sin que se trasluzca por su parte pesar o piedad alguna, es algo mecánico, como si hubiese muerto un animal cualquiera al que no se tenía especial aprecio. Cuando vemos que se trataba de una niña cae la máscara de esa aparente serenidad para mostrar un fanatismo sin sentido, capaz de aniquilar a una criatura inocente.
    Un relato inquietante con título evocador. Una criatura que es capaz de algo así puede cometer cualquier mal, quebrando los equilibrios de la naturaleza, las reglas para los seres vivos del planeta, es el más dañino de los depredadores.
    Un abrazo grande y suerte, Enrique

    1. Enrique Mochón Romera

      Comparto todo eso que dices sobre el ser humano, y lo peor es que a veces, con un gran don de la oportunidad, hablo sobre mi misantropía en lugares en los que se respira humanidad. Me ha costado mucho definir la conducta del personaje desde el principio de la historia y temo haberlo hecho parecer demasiado insensible, aunque no quería olvidar lo que había hecho y las razones que lo habían guiado. Muchas gracias por tu lectura y tus reflexiones, Ángel, acertadísimas siempre. Un abrazo, amigo.

  3. Isabel Cristina Fernández Sánchez

    Qué título tan bonito y significativo. Hablas de la naturaleza y con la naturaleza; con el bosque
    y sus animales. Los mimas y los cuidas y finalmente lloras por la niña y es que era un mal necesario. Un final inesperado y duro, muy duro.
    Magnífico micro. Nos leemos

    1. Enrique Mochón Romera

      Muchas gracias, Isabel Cristina. He intentado mostrar la escena según imagino yo que sucedería, al menos en algunos de sus casos. Como tú bien dices, el sacrificio de la niña era un mal “necesario”. Cuesta mucho ahora, desde nuestra visión moderna, comprender esa terrible y, al parecer, habitual conducta, y quiero pensar que incluso entonces habría gente incapaz de llevarla a cabo. También es cierto que en nuestros días se cometen atrocidades peores bajo la venda del fanatismo. Abrazos.

  4. Somos humanos y ancestrales y querer tener contentos a los dioses nos a hecho bestias en muchas ocasiones. Ahora tampoco hemos avanzado mucho y seguimos sacrificando vidas iocentes en pos de causas irracionales y de la religión mejor ni comentar, millones de muertes a su espaldas. INteresante relato, ancestral, tribal, te traslada a la aldea perdida dond aún se siguen haciendo las cosas como ellos entienden. Abrazos y suerte Enrique.

    1. Enrique Mochón Romera

      Totalmente de acuerdo contigo en todo. El personaje del relato actúa según entiende que debe actuar, aunque a nuestros ojos lo que hace sea una enorme bestialidad. No hemos avanzado mucho, como dices, y podría ser que en algunos aspectos incluso hayamos retrocedido. Precisamente ahora, que tenemos más fácil que nunca el acceso al conocimiento, parece que vivamos en el oscurantismo. No solo creemos a ciegas en cosas inexplicables, sino que además negamos otras que son evidentes. Muchas gracias por tu gran lectura y tu lúcido comentario. Abrazos, Manuel.

  5. Yolanda Nava Miguélez

    Muestras, con la maestría que te caracteriza, la sinrazón de un hecho desencadenado por el fanatismo y la ignorancia pero no por ello exento de sensibilidad y dolor.
    Me ha gustado especialmente esa frase final.
    Suerte y felicidades por este magnífico micro.

    1. Enrique Mochón Romera

      Muchas gracias por todo, Yolanda. Me alegra que destaques esa frase final, porque sólo quería reflejar la escena según podemos suponer que se produjo, y quizá estuviera de más cualquier giro rebuscado. Por cierto que acabo de cambiar el verbo «arrojar» (poco sensible) por el de «colocar». Un abrazo.

    1. Enrique Mochón Romera

      Muchas gracias, Luisa. Me alegra tu opinión. La dureza del relato me incomoda desde que lo publiqué. Un abrazo.

        1. Enrique Mochón Romera

          Uff, muchas gracias, Lucas. Este relato, como le decía arriba a Luisa, me ha andado incomodando desde el principio, y eso que al escribirlo busqué por ahí información sobre los sacrificios y ofrendas a lo largo de la historia e intenté que el texto no se saliera de lo que uno puede imaginar al respecto. El que me lo hayan seleccionado hace que lo mire de otro modo. También comentarios como los vuestros. Un abrazo.

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