29. El lado cínico de la belleza
“No te agobies, pimpollo, cualquier cosa es defendible. Mira, esto funciona como la belleza: nunca esperas encontrarla entre lo más sórdido y sin embargo ahí está, solo se trata de ponerse el filtro adecuado. ¿O acaso no existe una elegante plasticidad en la estocada mortal del torero, o en las manos de un trilero cuando danzan armoniosas ante los crédulos ojos de quienes desconocen sus límites? La belleza seduce a quien la busca y yo lo hago entre el hipnótico encanto del fuego. Sus llamas te pueden serenar desde la lumbre de una chimenea o aproximarte al éxtasis cuando sus puntas etéreas bailan a millares sobre los árboles de un bosque…”
Esas palabras perseguían al joven abogado mientras caminaba entre la desolación del monte quemado por su cliente. Se preguntaba cómo enfocar su defensa, o peor, cómo conciliar su conciencia con la necesidad de aceptar el caso. Abrumado por sus pensamientos, a punto estuvo de pisar un pequeño brote que se abría paso con fuerza entre la vegetación calcinada. Sí, la belleza puede aparecer incluso entre la devastación. Quizá su autoestima también pueda renacer algún día al otro lado de la pobreza.
Los abogados son profesionales que aplican las leyes en vigor de la forma más ventajosa para su cliente, sea quien sea éste, aunque se trate, a veces, de personas que dejan algo o mucho que desear, como en el caso de tu relato, un pirómano o incendiario, sin duda, enfermo, egoísta y, además, poco respetuoso.
Por mucha seriedad y asepsia que intente aplicar en su trabajo, los dilemas morales de si debe defender o no a este hombre son lógicos, puesto que somos humanos y así debe ser, pero ello se contradice con el derecho a la defensa, hasta el más peligroso delincuente tiene derecho a intentar minimizar, legalmente, el castigo que puede imponerle la sociedad.
Quizá en el fuego hay belleza, pero también, mucha más, en la vida y en un brote verde. Este abogado se encuentra entre ambos lados de lo hermoso, uno respetable y natural, el otro destructivo, con la necesidad de aceptar un caso con el que no se va a encontrar cómodo, pero la necesidad obliga.
Un relato redondo, con la psicología del defendido y del defensor muy bien descrita y dos frases finales llenas de contenido.
Un abrazo y suerte, Antonio
Se contraponen en tu relato dos conceptos opuestos de la belleza: el destructivo de las llamas y el vitalista del pequeño brote. El joven abogado se pasea entre la devastación producida por su cliente cuando lo descubre. Ojalá que pueda cumplir con su tarea sin traicionarse a sí mismo ni a esa naturaleza que renace.
Dilema moral aparte, tus palabras están llenas de belleza en ambos puntos de vista.
Es un placer leerte, Antonio.
Un fuerte abrazo.
Excepcional relato, Antonio. Bellísima prosa que condensa en dos párrafos bien distintos una historia de lucha interior en la que el primero hace perfecto honor al título, mientras que en el segundo das paso a un profundo dilema kunderiano o shakespeariano del personaje en el que finalmente acaba decidiendo la levedad o la negación del ser en favor de la necesidad, pese a ese brote que, con su frágil belleza, parece pedir justicia para las víctimas. Perfecta la última frase, apuntando sutilmente la decisión del joven abogado y cerrando con máxima coherencia la idea de la historia. Me alegro mucho de haberlo leído. Enhorabuena, amigo, y mucha suerte con él. Un abrazo.