23 EL MERCADO
Un hombre poderoso no puede someterse a vaivenes de mercado, y menos antes de la asamblea general en la que, tras un año aciago, los accionistas, privados nuevamente de dividendos, podrían pedir su cabeza. Pero todo estaba bajo su control: datos maquillados, vistosas diapositivas, acuerdos de última hora o su propio contrato blindado. Tan seguro de sí mismo estaba que decidió ir caminando a la sede de la compañía.
—¡Cáspita!, dijo de repente algo confuso. El cinturón parecía no alcanzar a sostenerle debidamente los pantalones, y lo que habría sido un motivo de alegría lo sumía ahora en una molesta confusión.
Entró en un mercado. No tardó en encontrar un taller de zapatería, negocio que pensaba ya extinto.
—Buenas, perfóreme el cinturón.
—Claro. Ya está. Son 50 céntimos.
—¿En serio? Ha sido un segundo. Eso es 1800 euros la hora. ¿Tiene cambio de 100? ¿Le pago con tarjeta?
—¿Qué le parece si le financio los 50 céntimos? Me guardo el cinturón hasta mañana, pero me pagaría 5 euros.
Ante la vergonzosa idea de presidir la junta con los pantalones caídos, el zapatero recibió, quién sabe si con rabia o con admiración, un lustroso billete verde.