EL MICRORRELATO (X)
EL MICRORRELATO EN ESPAÑA (1)
Cuando se quiere recomendar brevedad y concisión a la hora de explicar algo suele utilizarse la expresión «lo bueno, si breve, dos veces bueno».
Para encontrar el origen de este famoso dicho debemos retroceder hasta el siglo XVII (concretamente al año 1647), en el que el escritor del Siglo de Oro Baltasar Gracián publicó su conocida obra literaria «Oráculo manual y arte de prudencia»; una recopilación de aforismos (sentencias breves y doctrinales que se proponen como regla en alguna ciencia o arte) y en el que aparece reflejada en el párrafo 105, que trata sobre el hecho de no cansar:
No cansar. Suele ser pessado el hombre de un negocio, y el de un verbo. La brevedad es lisongera, y más negociante; gana por lo cortés lo que pierde por lo corto. Lo bueno, si breve, dos vezes bueno; y aun lo malo, si poco, no tan malo. Más obran quintas essencias que fárragos; y es verdad común que hombre largo raras vezes entendido, no tanto en lo material de la disposición quanto en lo formal del discurso. Ai hombres que sirven más de embaraço que de adorno del universo, alajas perdidas que todos las desvían. Escuse el Discreto el embaraçar, y mucho menos a grandes personajes, que viven mui ocupados, y sería peor desazonar uno dellos que todo lo restante del mundo. Lo bien dicho se dize presto.
Más adelante, en el párrafo 299, encontramos otro aforismo referente al hecho de la conveniencia de quedarse con hambre, en el que utiliza una expresión muy similar:
Dexar con hambre. Hase de dexar en los labios aun con el néctar. Es el deseo medida de la estimación; hasta la material sed es treta de buen gusto picarla, pero no acabarla. Lo bueno, si poco, dos vezes bueno. Es grande la vaxa de la segunda vez: hartazgos de agrado son peligrosos, que ocasionan desprecio a la más eterna eminencia. Única regla de agradar: coger el apetito picado con el hambre con que quedó. Si se ha de irritar, sea antes por impaciencia del deseo que por enfado de la fruición: gústase al doble de la felicidad penada.
En «El libro del buen amor» del Arcipreste de Hita (1343) cabe destacar, en la estrofa 1606, el siguiente texto:
Quiero abreviar la predicaçión,
que siempre me pagué de pequeño sermón,
e de dueña pequeña et de breve rasón,
ca poco et bien dicho afincase el corazón.
A caballo entre la prosa poética y el cuento se encuentra el microrrelato, un género que para muchos es el más representativo del siglo XXI por su brevedad e intenso contenido. Ahora una antología recoge por primera vez más de un siglo de microrrelatos en español.
Desde Juan Ramón Jiménez (Moguer, Huelva, 1881) hasta el último texto de Manuel Espada (Salamanca, 1974) titulado «El Chat», «La antología del microrrelato español», publicado por Cátedra en el año 2012 en una edición realizada por la profesora de la Universidad de Neuchâtel, en Suiza, Irene Andrés-Suárez, abarca de 1906 a 2011, y contiene una amplia introducción y profundo estudio sobre la trayectoria del microrrelato en español.
A pesar de que las narraciones brevísimas son muy antiguas, como dice Andrés-Suárez, el microrrelato «es una forma discursiva nueva que se sitúa en el límite de la expresión narrativa y corresponde al eslabón más breve en la cadena de la narratividad, que de tener tres formas (novela, novela corta y cuento) ha pasado a cuatro».
Las dos cualidades que tienen los microrrelatos, en opinión de esta experta, son la hiperbrevedad y la narratividad, porque para que un texto encaje en este género además de ser breve y de ser escrito en prosa tiene que contar una historia.
Y contar una historia en unas pocas líneas ―estos textos sugieren más que lo que el propio texto dice con sus silencios y elipsis― es lo que hizo el escritor guatemalteco Augusto Monterroso y que siempre estará en la mente de todos los lectores: «Cuando despertó el dinosaurio todavía estaba allí».
En esta antología podemos encontrar, entre otros, autores como José Moreno Villa, José Bergamín, Federico García Lorca, Luis Buñuel, Pío Baroja, Tomás Borrás, Ana María Matute, Max Aub, José Antonio Muñoz Rojas, Fernando Arrabal, Esteban Padrós de Palacios, Ignacio Aldecoa y José María Sánchez Silva. Además de Gonzalo Suárez, Álvaro Cunqueiro, Francisco Ayala, Javier Tomeo, Gustavo Martín Garzo, Juan Eduardo Zúñiga, José Jiménez Lozano, Julia Otxoa, Juan José Millás, Andrés Ibáñez, Felipe Benítez Reyes, Cristina Grandes o Manuel Espada.
En total el libro reúne a setenta y tres autores y abarca más de un siglo de escritores españoles, contando con Andrés Neuman, que está incluido en la antología por tener la doble nacionalidad, argentina y española.
Para muchos, Latinoamérica es donde más crece este género de microrrelatos o minificción ―como es llamado también en la otra orilla― con escritores que se movieron al principio entre el poema en prosa y el cuento muy breve, con Vicente Huidobro o César Vallejo a la cabeza, y que alcanza su cenit con Monterroso, Arreola o Denevi.
Y es que el microrrelato en español tiene su origen en el modernismo, movimiento caracterizado por una tendencia general hacia la depuración formal conceptual y simbólica que afectó a todos los géneros.
En España, y siguiendo las directrices de este libro, este género tiene sus orígenes en Juan Ramón Jiménez y Ramón Gómez de la Serna, un híbrido entre el poema en prosa y las greguerías. Hablemos un poco sobre ellas.
¿Qué es una greguería? Según el DRAE, en su segunda acepción:
2. f. Agudeza, imagen en prosa que presenta una visión personal, sorprendente y a veces humorística, de algún aspecto de la realidad, y que fue lanzada y así denominada por el escritor Ramón Gómez de la Serna.
Extendiéndose un poco más, Jesús Urceloy, poeta y experto en narrativas brevísimas, tres elementos son básicos en una greguería: brevedad, inteligencia y humor. Los conceptos deben ser claros y sencillos, fáciles de identificar. La definición de los objetos debe jugar con la inteligencia, buscar ese detalle, ese punto necesario que hace de algo simple un hallazgo. Y sobre todo, producto necesario de la unión de las anteriores características, debe haber humor. Más que humor, humorismo. No una risa fácil ni de chascarrillo, tampoco sarcástica o irónica: debe acercarse a la risa buena del chiste amable, a la risa del niño cuando se sorprende, a la genial sonrisa de un viejo profesor.
Una greguería no es otra cosa que una definición prodigiosa, un invento extraordinario que comulga entre la imaginación poética y el sueño de la razón. El verbo ser está presente, aunque sea en el pensamiento, pues el verbo ser es el mágico elixir de la vida, el que nos proporciona los asideros de nuestra existencia y nuestra convivencia con todo lo que nos rodea: objetos y personas. Podríamos definirlo en una expresión pseudo matemática como (A=+/- B), donde (A) es el objeto, cualidad o cosa a definir, el signo (=) es el verbo ser, y (B) es el nuevo objeto, cualidad o cosa con el que pretendemos identificar a (A). El elemento (+/-) identificaría a nuestra inteligencia y nuestro humor.
¿Se parece a una metáfora? Muchísimo. Como tal habría que decir que en realidad se trata de una de las muchas formas que adquiere la metáfora. Sin embargo esta modalidad es hija de la irracionalidad y el surrealismo, y nieta de unos abuelos locos: la alegría y el pensamiento crítico. Cuando falta uno de esos conceptos básicos que hemos citado la greguería se convierte en otra cosa, no peor ni desechable, sino sencillamente otra cosa, quizás un pensamiento, quizás un adagio, quizás un aforismo… ¡Ah! Pero eso es otra historia.
Vaya pedazo de artículo te has marcado este mes, Susana. Qué sabias las palabras de Gracián en el párrafo 299, y también las de Juan Ruiz (por cierto, siempre que se menciona «El libro del buen amor», no puedo evitar acordarme del episodio de don Pitas Payas. Luego dirán que estos megaclásicos son un coñazo: http://mason.gmu.edu/~rberroa/JuanRuizPitasPayas.htm).
En cuanto a lo de la greguería, no seré yo quien le discuta a una experta si está en el origen del microrrelato o no. Lo que sí creo es que hoy día se confunde mucho la microficción con la greguería. Se leen por ahí muchos hiperbreves que tiran de chispazo de ingenio o pirotecnia verbal pero contar, lo que se dice contar, no cuentan. La frontera entre los dos géneros puede ser tan breve como ellos mismos, pero a mí parecer existe y demarca dos terrenos bastante diferentes.
El dino está precioso. Si le llegas a poner unos aritos más alrededor de la cintura, las patas o la cola, seguro que te lo contratan en el Circo del Sol. Gracias por la entrada. Abrazo.
Vaya clase magistral, te merecer una ola