Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

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EL MICRORRELATO (VIII)

dino 16xMicrocuentos para no olvidar (1) 

La oveja negra (Augusto Monterroso)

En un lejano país existió hace muchos años una Oveja negra. Fue fusilada. Un siglo después, el rebaño arrepentido le levantó una estatua ecuestre que quedó muy bien en el parque. Así, en lo sucesivo, cada vez que aparecían ovejas negras eran rápidamente pasadas por las armas para que las futuras generaciones de ovejas comunes y corrientes pudieran ejercitarse también en la escultura.

Un sueño (Jorge Luis Borges) 

En un desierto lugar del Irán hay una no muy alta torre de piedra, sin puerta ni ventana. En la única habitación (cuyo piso es de tierra y que tiene la forma de círculo) hay una mesa de maderas y un banco. En esa celda circular, un hombre que se parece a mi escribe en caracteres que no comprendo un largo poema sobre un hombre que en otra celda circular escribe un poema sobre un hombre que en otra celda circular…El proceso no tiene fin y nadie podrá leer lo que los prisioneros escriben.

El pozo (Luis Mateo Díez) 

Mi hermano Alberto cayó al pozo cuando tenía cinco años. Fue una de esas tragedias familiares que sólo alivian el tiempo y la circunstancia de la familia numerosa. Veinte años después mi hermano Eloy sacaba agua un día de aquel pozo al que nadie jamás había vuelto a asomarse. En el caldero descubrió una pequeña botella con un papel en el interior. «Este es un mundo como otro cualquiera», decía el mensaje.

Hablaba y hablaba… (Max Aub) 

Hablaba, y hablaba, y hablaba, y hablaba, y hablaba, y hablaba, y hablaba. Y venga hablar. Yo soy una mujer de mi casa. Pero aquella criada gorda no hacía más que hablar, y hablar, y hablar. Estuviera yo donde estuviera, venía y empezaba a hablar. Hablaba de todo y de cualquier cosa, lo mismo le daba. ¿Despedirla por eso? Hubiera tenido que pagarle sus tres meses. Además hubiese sido muy capaz de echarme mal de ojo. Hasta en el baño: que si esto, que si aquello, que si lo de más allá. Le metí la toalla en la boca para que se callara. No murió de eso, sino de no hablar: se le reventaron las palabras por dentro.

La mano (Ramón Gómez de la Serna) 

El doctor Alejo murió asesinado. Indudablemente murió estrangulado. Nadie había entrado en la casa, indudablemente nadie, y aunque el doctor dormía con el balcón abierto, por higiene, era tan alto su piso que no era de suponer que por allí hubiese entrado el asesino. La policía no encontraba la pista de aquel crimen, y ya iba a abandonar el asunto, cuando la esposa y la criada del muerto acudieron despavoridas a la Jefatura. Saltando de lo alto de un armario había caído sobre la mesa, las había mirado, las había visto, y después había huido por la habitación, una mano solitaria y viva como una araña. Allí la habían dejado encerrada con llave en el cuarto.

Llena de terror, acudió la policía y el juez. Era su deber. Trabajo les costó cazar la mano, pero la cazaron y todos le agarraron un dedo, porque era vigorosa corno si en ella radicase junta toda la fuerza de un hombre fuerte. ¿Qué hacer con ella? ¿Qué luz iba a arrojar sobre el suceso? ¿Cómo sentenciarla? ¿De quién era aquella mano? Después de una larga pausa, al juez se le ocurrió darle la pluma para que declarase por escrito. La mano entonces escribió: «Soy la mano de Ramiro Ruiz, asesinado vilmente por el doctor en el hospital y destrozado con ensañamiento en la sala de disección. He hecho justicia».

Carta del enamorado (Juan José Millás)

Hay novelas que aun sin ser largas no logran comenzar de verdad hasta la página 50 o la 60. A algunas vidas les sucede lo mismo. Por eso no me he matado antes, señor juez.

 

14 Responses

  1. Susana Revuelta

    En esta entrada quise hacer como Baltasar Gracián y me quedó así de corta. Es que este mes… en fin.
    Creo que algo me queda por ahí sobre el microrrelato hasta final de año.
    Abrazos, Lorenzo y Anita.

  2. Susana Revuelta

    Edita, salir a correr puede ser ir trotando por la urbanización para perder barriga; o ponerse un chándal rosa y sentarse en una terraza; o comprarse un pulsómetro de esos que se llevan ahora en el brazo y hacer millas…
    O lo mejor: pasear por la orilla con el mar a tus pies.
    De pequeña nada. Todos nosotros cada uno a su ritmo y disfrute. Trabajando pero sin forzar.
    Un beso.

  3. 🙂 ¡Qué gracia! Mi ritmo es esfuerzo crónico. Y si me falta, mal ando. Pero me llevo bien con él. Sentirse pequeña, a veces, tampoco hace daño; incluso conviene para no relajarse, para saber que todavía te queda cuesta que subir.

    Cambiando de tema: un día me tienes que explicar cómo haces o qué son tus expectaculares dinosaurios. Me tienen intrigada. Y los complementos, y el fondo… ¡Una pasada!

    1. Esa es la actitud, Edita. Yo también veo más motivación en ir subiendo cuestas poco a poco. Tampoco los ochomiles, eh.
      Los dinos son figuritas de plastilina que un buen día me dio por hacer. Miden unos 8 cm de alto. Llevo la cuenta para no repetir ninguno con los dos colores iguales. Es una tarea sencillita, en 20 minutos tienes uno terminado. La complicación es encontrar miniaturas para decorarles. Ya me he recorrido chinos, papelerías y el hobby models, y he conseguido que haya dinos hasta diciembre, como prometí. Los fondos son de internet.
      Los tengo guardados en unas fiambreras para que no se llenen de polvo y no sé qué haré con ellos. Supongo que si nadie me da una idea, aí se quedarén secula seculorum.
      Un beso y gracias.

  4. Que buenos cuentos, y que buenos cuentistas nos has traído. Debo confesar que conocía a los autores, pero no estos cuentos. Así pues gracias por acercármelos aquí, y encima así todos juntitos.
    Felicidades también por esa creatividad con tus dinos.
    Besoss

    1. En esta misma página, Asun, aparecen relatos casi todos los meses que se te pegan a la piel, a la retina o al corazón, aunque sus autores no sean famosos como los arriba mencionados. Somos muy afortunados de estar disfrutándolos en primicia. Y aprendiendo a escribir buenos cuentos. A estas alturas (fíjate en los relatos finalistas con banda sonora de la Cadena Ser) ya sabemos que se puede escribir sobre cualquier minucia. Lo importante es el particular punto de vista del autor sobre cualquier suceso. Con un poco de técnica y buen hacer es cuando se produce el milagro de un buen texto.
      Un abrazo.

  5. Mel

    Vaya vaya, Susana trayéndonos perlitas, muchas gracias!!!
    Me encanta la parafernalia de los dinos, también podías ponerles con un joyero, dado el material. 🙂

  6. Unos textos deliciosos, Susana. A ver si se me pega algo.
    Los dinos son una preciosidad. Eres buena con la cabeza y con las manos, por lo que te felicito. Y sobre todo, muchas gracias por tu estupendo trabajo. Saludos.

  7. Paloma Casado Marco

    Gracias Susana por traernos estos pequeños cuentos de los más grandes. He reconocido el estilo de alguno y también me he dado cuenta de que han podido servir de inspiración a otros autores (el de la mano me ha recordado a «la princesa manca» de Martín Garzo)y aunque me han gustado mucho, no puedo decir que sean mejores que algunos de los que pasan por aquí. Tenemos escritores de primera y es un orgullo.

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