02. El naturalista (fuera de concurso)
Lo que a su familia le horrorizaba a mí me resultaba fascinante. Los secretos que escondía Míriam en su cabeza solo eran otro más de sus encantos. De lejos parecía un ser adorable, un hada sacada de un cuento. De cerca, unos peligrosos ojos verdes y unos perfectos dientecillos blancos advertían a cualquiera que se abstuviese de tocarla. Me encantaba observar sus juegos infantiles, a cierta distancia, cuaderno en mano. Nunca me decepcionaba.
A veces era una ardilla, otras un ratoncito, un ruiseñor, una pareja de mirlos, una mariposa que había completado su metamorfosis o una lagartija azul. La fauna que escapaba de aquella maraña salvaje e indómita que era su melena, sin que ella apenas pestañeara, era infinita. E, invariablemente, un atávico instinto depredador la empujaba a perseguirla y cazarla para después llevar su presa, como un trofeo, a los pies de su madre y deleitarse escuchando sus arcadas.
Vaya personaje fascinante el de esta niña, un ecosistema en sí misma, no es de extrañar que sea objeto de estudio, con su belleza inquietante e imprevisible, ni que la hayas creado, como buena observadora de la naturaleza y sus criaturas.
Un abrazo, Eva
Hola Ángel. Gracias por tu comentario generoso , como siempre. A los ojos del observador no puede haber algo más bello y fascinante que esa fierecilla indómita que desespera a su madre con su singularidad. Un abrazo grande,
Maravilloso Eva, pura fantasía, o quizás no tanto. La naturaleza es libre y salvaje y quién sabe si esta criatura, o alguna parecida a ella, no existirá ya en algún lugar. Me ha gustado un montón, ¡qué pena que esté fuera de concurso! ¡Felicidades!
Muchas gracias Sara por tus palabras. ¡Un besote!
Ev, me encanta tu micro, ese personaje tan peculiar que has creado en un derroche de imaginación. Enhorabuena.
Un abrazo y suerte
Gracias Rosalía, es una especie de niña gato supongo. A saber de dónde ha salido. Un abrazo
Una buena cabeza es, como dice Ángel, todo un ecosistema. Esta niña bien merece la observación atenta, no perder detalle, para comprobar cómo se transforma su dulzura inicial en instinto salvaje. Bello texto, con final fantástico, Eva, donde la elipsis construye todo lo que no se cuenta de esa relación madre/hija. Felicidades.
Gracias por tus palabras Raúl. Es evidente que la madre no sabe apreciar esa excepcionalidad como el naturalista y ella insiste en llamar su atención. Bien visto. Un abrazote.