21. El niño muerto (Jerónimo Hernández de Castro)
Empiezo a estar harto del crío. Ya está aquí otra vez. Su madre volverá a decirle que no debe venir, que tiene que descansar tranquilo, que no quiere repetírselo… La reprimenda cotidiana de nuevo en saco roto.
Hoy el niño señala la colada tendida. Quiere contarle algo aprendido en el colegio y habla de muertos que regresan envueltos en sábanas blancas para asustar a los vivos. La mujer le interrumpe: ¡No son sábanas tontorrón! Entonces el pequeño descubre un rastro imperceptible de sonrisa oculto en los reproches y con ese botín al que jamás renuncia, se despide. Sabe muy bien que el contacto es inútil y apoya ruidosamente sus labios en la mano para lanzar un beso, que vuelve a herir a su madre de llanto y desconsuelo.
Y me acerco. Entre los dos recogemos de la cuerda el enorme pañuelo que siempre le presto y que ella tiende junto al suyo, sin eliminar ese sabor salado que apesta a sus lágrimas.
Triste y hermosa historia la de este niño fantasma, que desearía, siquiera por un tiempo, visitar a su madre, a la que echa de menos tanto como ella a él, poder tocarla, darte un beso, recibir su calor, pero ello no es posible para quien ya no tiene cuerpo. Esos intentos, a caballo entre dos mundos, no hacen sino llenar de desconsuelo a la pobre mujer, que no podrá olvidar nunca.
Un abrazo grande, Jero. Suerte y buen verano
Muchas gracias Angel. Los fantasmas que van y vienen con su consuelo y su dolor. Disfruta del verano y un gran abrazo.
Hola, Jero.
Pues tiene tanta ternura ese niño que emociona. Es una situación, de producirse en la vida real, que pondría los pelos de punta, pero así en la ficción a mí me ha encogido un poquito el corazón.
Un abrazo grandísimo y ¡¡¡suerte!!!
Muchas gracias Towanda. Quizá a veces vemos la parte triste de la vida y es difícil encontrar ese punto de ternura, aunque sea a tra es de los ojos amargados de un adulto que acompaña al que sufre .
Un beso enorme
Jerónimo, cuanta sensibilidad en esta historia. Bellamente contada. Suerte y saludos