62. El parlanchín
No habla demasiado, lo suyo es la expresión corporal. Si quiere dar los buenos días hace una voltereta hacia delante, una reverencia y muestra una flor. Cuando se despide repite el ejercicio para atrás, repliega la reverencia y se guarda la flor en el bolsillo de la americana. Entre una acción y otra ha exhibido un repertorio conversacional de contorsiones y cabriolas que ni el más dicharachero saltimbanqui podría emular en años. Pero no se siente agotado, ni mucho menos, en cuanto se cruza con otro vecino vuelve a combinar saltos y figuras hasta que le refiere todas las historias que ese día rondan su cabeza. Cuando en un compromiso formal se ve obligado a recitar de viva voz alguna frase con sujeto, verbo y predicado, articula tan despacio y entrecortado que jamás llega a terminarla. Y se siente tan desfallecido que necesita dormir durante horas, como un mimo, para que le vuelvan a brotar con fluidez las piruetas.
A veces lo más sencillo y en apariencia natural es lo más agotador para algunas personas, las que se salen de la norma, aquellas que parecen hechas por un molde diferente. Tu personaje es tan original como el relato que protagoniza, un individuo peculiar que busca comunicarse, en eso es como casi todo el mundo, pero la diferencia radica en que necesita hacerlo a su manera. No pertenece al nutrido y manido grupo que se conforma con actuar como la mayoría, sino bajo sus propios códigos.
Un saludo y suerte, Pedro
Qué historia tan bien contada y qué personaje tan adorable y triste a la vez. Me ha encantado leerte. Un saludo.
Si se puede comunicar y entienden el mensaje huelgan las palabras. También se dice mucho con el silencio… Un parlanchin muy movido. tremendo personaje. Un gran abrazo y muchas felicidades!
Pedro, curioso personaje el tuyo, quién a pesar de sus limitaciones verbales continúa comunicarse y expresarse a su manera. Con un lenguaje pintoresco y lleno de alegría.