44. El periplo de una sombra común
Entró mansamente en el tren como el resto de los niños que no lloraron al nacer. De estación en estación, el tiempo parecía pasar despacio. Hasta que, recién cumplidos los veinte, le bajaron con premura en un apeadero clandestino. Sin instrucciones ni herramientas, fue enviado a una contienda de la que regresó herido y amordazado. Luego, para sobrevivir, tomó un autobús que lo llevó, durante años, de casa al trabajo y del trabajo a la penumbra. Y, antes de que los zumbidos desacordes de la rutina le doblegaran la espalda, acertó a cambiar de trayecto y emprendió un crucero de vaivenes en busca de su voz. Surcó mares inciertos, atravesó páramos misteriosos y en la intemperie de un aeródromo se mezcló—ya cansado— con otras almas desdibujadas que hacían cola para alzarse. Dentro de la astronave, el piloto prometió que partirían rumbo a la Gran Luz. Pero la noche se deslizaba entre las nubes y por la ventanilla pudo contemplar una Luna nueva y las estrellas más bellas del invierno. Poco después, el destino, con sus alas obedientes, hizo una pausa y le envolvió una calma fría: Era el final de un mal sueño, aunque nunca lo supo.
Seguro que la vida merece la pena vivirse, pero también es un valle de lágrimas, una senda ardua en muchos momentos y, para no pocas personas, una sucesión de pruebas complicadas. Ya dijo Jorge Manrique que «cuando morimos, descansamos».
Todo eso lo sabemos, aunque no queremos pensarlo, vivimos como si fuéramos eternos y en busca de una felicidad completa que se antoja imposible, al menos, de mantener de forma constante. Tú lo has contado sin mermar la crudeza, pero sin mermar tampoco un lenguaje lleno de belleza.
Un abrazo y suerte, María José.
No resulta fácil saber qué hemos venido a hacer aquí, pero lo que está claro es que la vida es un duro ejercicio, y para unos más que para otros. Tenemos una gran capacidad de adaptación y sólo algunos se atreven a retar al destino. En cualquier caso, es mejor abrazar los momentos felices que la vida nos regala en esta travesía, no vaya a ser que, al final, el acto de vivir sea un sueño.
Muchísimas gracias, Ángel por leer ( esto es ya de agradecer mucho) y por dejar un comentario generoso y reflexivo. Siempre tan enriquecedor. Un abrazo y felices fiestas 🤗
¡Cuánta verdad hay en esas palabras! Maravilloso relato que narra de una manera sorprendente para lo que hemos venido a este mundo. Un gran abrazo.
Muchas gracias, Antonio por leer y comentar. Me alegra mucho que te guste el cuento. Un abrazo.
María José, has escrito un microrrelato duro pero metafórico y hermoso. Enhorabuena. Nos leemos
Me alegra que te guste, Isabel. Muchísimas gracias porla visita y por tu amable comentario. Un abrazo 🤗